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CHRISTOPHE POISSON - Music Sky (1985-1997/ Gazul)

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 Nada se sabe del francés Christophe Poisson y nada se hubiera sabido, si no se hubiera rescatado a título póstumo éste "Music Sky" que grabó en 1985. En 1986 Poisson muere brutalmente a los 33 años. Dejando éste legado para la posteridad, que Gazul desempolvó con todo acierto. Le acompañaban Alain Gaubert (guitarra), Philippe  Gisselmann (saxo soprano), Gil Garenne (synths, computadora, drum machine) y Christophe Poisson en composición,  arreglos y ejecución (imagino que de teclados). El inicio de "Messe K" (12'07) induce tenebrismos experimentales muy cinemáticos. Con marcada influencia contemporánea que puede ir de Stockhausen a sus paisanos Heldon. Conseguidas percusiones, guitarra en vuelo rasante y fondos de oscuridad no apta para flojos de mente. Es una sensación grupal equivalente a Embryo, Popol Vuh, Kluster, Peter Frohmader, Dissidenten o Brave New World. Teclados y guitarra tejen una telaraña krautie de sorprendente calado emocional. Muy sugerente. &q

IAMTHEMORNING - Lighthouse (2016)

Probablemente con este su tercer trabajo en estudio ya nos alejamos mucho del concepto de música rock que ejerce un porcentaje muy pequeño en este estilo prácticamente neoclásico de progresivo. La disciplina folk y lo clásico modernista acaparan un disco incluso superior a los dos anteriores. Solo le encuentro una pega: demasiado corto y temas que no exceden de seis mtos. En concreto solo hay uno con esa duración y el resto entra en lo que sería el formato tradicional de canción de cuatro mtos. 


Confieso mi tendencia y mi predilección por los largos temas instrumentales siempre y cuando haya calidad naturalmente, pero si es una miniatura o temas breves mi exigencia aumenta. Un tema corto tiene que tener un atractivo, una buena melodía o en su defecto algo que enganche. Es penoso tener que preguntarte a mitad de canción cosas como: “¿…cuando empieza el tema?” y esto me ha pasado en multitud de ocasiones. Hacer una cosa simple y corta pero atractiva es jodidamente difícil os lo aseguro y pocos lo consiguen. Iamthemorning no hacen temas largos y su música es completamente limpia. Ciertamente los escuchas y no da la sensación de que haya cuarenta personas implicadas en la música. Un trabajo delicado como el de un relojero o un orfebre: precisión y limpieza. Efectivamente entre teclados, guitarras, sección rítmica, instrumentos de viento, instrumentos de cuerda y un nutrido coro con directora incluida, este dúo ruso se convierten en esta ocasión casi en una gran orquesta. Desde luego con este potencial yo echo de menos suites y largas escalas a tutti orchestra, pero vamos a conformarnos con lo que hay que es bastante jugoso, lírico e interesante. 


Evidentemente siguen sonando a música de cámara. Están ahí dos Porcupine Tree como Colin Edwin al bajo y el habilidoso Gavin Harrison a los tambores pero siempre encauzados hacia lo elegante y puntilloso. Por supuesto el colectivo de músicos que aquí escuchamos es tan bueno que yo no debería sacar pegas encaminadas a una falta de desarrollo instrumental. Cada uno tenemos nuestras manías. La portada del disco es algo sombría: un faro, una tormenta, un mar revuelto. Una gota fría desastrosa como la que está azotando estos días el sureste de mi país. La cantante Marjana cada vez me recuerda más a Kate Bush de joven. El estilo musical tampoco anda muy alejado de la británica en la forma y en la composición, pero sin el ramalazo pop rock de la Kate. La Semkina posee una voz de timbre muy alto y preciosa que generalmente se dobla superpuesta. Como era de esperar hay muchos más arreglos que en discos anteriores. Lirismo, tristeza y sofisticación son la base de esta música no exenta a veces de pasajes oscuros y múltiples detalles minuciosos y claros como una luna llena brillante.

 “Pastillas para dormir” es casi una canción de cuna de regusto amargo y gris. Casi lo mejor de la vida es cuando dormimos. Las mañanas son siempre una desilusión impregnada de realidad como el día de la marmota: ¿otra vez?…piensas, con lo tranquilo que estaba durmiendo. Incluso son preferibles las pesadillas al coñazo de la vida real. El piano romanticón y hasta burlesque de Gleb Kolyadin no ayuda a la alegría pero si a la introversión. “Lighthouse” es una preciosidad y un encantamiento hasta la fragilidad, pero es música amarga de pena y despedida, como suelo definir este tipo de canciones muy próximas al folk más refinado. La belleza tiene dos vertientes: la alegría o la tristeza. Generalmente hay más tristeza que alegría en la belleza. La muerte mental que heredamos ya desde el nacimiento es su marca y nuestra tendencia al sufrimiento como buenos masoquistas y morbosos que somos. No está la felicidad en el programa de fiestas de la existencia. De ser conscientes antes de nuestro nacimiento nadie en su sano juicio firmaría por venir aquí teniendo la magnífica posibilidad de la nada. La música nos recuerda estas cosas, consciente o inconscientemente muchas veces cuando profundiza en nuestra mente. 


La dulce “Harmony” nos muestra claramente la calidad técnica del pianista y me acuerdo de los Renaissance y de sus oberturas y pasajes instrumentales. Nuevos sonidos célticos de harpa acompañan a la cantante en la ensoñadora, cristalina y sinfónica “Belighted” que es de lo mejor del asunto pero muy corta. “I Can Before The Water” se inicia con la voz a pelo y llega a estremecer en su acentuada tristeza. Se nota que son eslavos. “Post Scriptum” está basada en una melodía popular rusa y cierra este disco tan exquisito como triste y desesperanzado. Solo para almas sensibles y melancólicas.
Alberto Torró







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