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LOS ESTANQUES - IV (2020/ Inbophonic)

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 Creo recordar que ya tuvimos por aquí a Crayolaser como sinónimo de originalidad dadaísta y estupendo-desconcertante álbum. De allí saldría Iñigo Bregel (voz, teclados, guitarra) y se juntarla con otra panda de vulcanianos, ahora desde Madrid, dando forma a Los Estanques. En 2017 editaron su primer pecado contra la realidad, "Contiene Percal". "II" y "Los Estanques" le siguieron, siendo aclamados como los nuevos Marx Bros del pop psych & prog surrealista.  En el Año Oficial de las Idas de Bolo, 2020, editaron "IV". Y claro, estaban en forma, para tan alocados días.  "No hay vuelta atrás" atrae recuerdos del rock arg spinettiano, en mi "molesta" opinión. Fernando Bolado sujeta riendas de bajo imperante junto a una batería sorpresiva, la de Andrea Conti. Mientras que ésa sibilina wah wah funk del guitarrista Germán Herrero construye un armazón donde una brass section se adueña de un excelente feeling zappero. Bregel canta

BROTHER APE - III (2008)

 Hay una cuestión que a los buenos amantes de la música se nos pasa desapercibida y es el hecho de la importancia de que haya mala música. 


La mala música es tan importante como lo es el futbol o como lo es una feria de espantoso arte moderno. Al igual la mala literatura, el mal cine o la proliferación de smartphones idiotizantes son fundamentales y de hecho lo acaparan todo. Esto permite tener a la sociedad entretenida y que no molesten mucho. Sin la idiotez el mundo sería más aburrido. Sin niveles de comparación no podríamos entender lo que realmente merece la pena. Cada pueblo tiene sus vergüenzas y benditas sean porque de lo contrario jamás habrían existido los hermanos Marx o los Monty Phyton. Nuestra historia es la crónica de la mediocridad y la cagada constante sin lo cual lo excepcional no podría brillar de ninguna forma. ¿Os imagináis un mundo perfecto?... eso es cuánticamente imposible y sería un coñazo. El humor surge de la imperfección. El desastre ejerce una función importante y fundamental en la condición humana que es nuestra más desarrollada personalidad. Es más, ella da pie a las genialidades. Os preguntareis porqué tan pocos aprecian lo bello y lo hermoso y yo aquí uso el símil de los colores: los hay desagradables y los hay en perfecto equilibrio. Pero atrae más lo desagradable y lo cutre. La vulgaridad es la condición humana. No puede existir lo bonito sin lo feo. Si no existiese lo feo no nos daríamos cuenta de lo bonito. Simplemente nos parecería aburrido. Pero lo feo y malo es mayoritario y tiene mayoría absoluta. Me encanta esta c´est moi gilipollez que puede ser una perogrullada o algo tan evidente que me diréis ya lo sabíamos porque sin contrastes la vida pierde su gracia. Pues sí evidentemente pierde su gracia. Que al 99.99 % se la traiga al fario la buena música es algo completamente normal y justamente necesario. No digo que eso sea malo, en absoluto. La mala música ejerce la función de llenar ese porcentaje y eso es muy importante para la salud mental de la sensibilidad. Los privilegios de lo excepcional se dan a unos pocos zumbaos y no hablo en sentido material como podéis entender. Bendito sea ese mundo asqueroso, ciego, sordo y cabrón en que vivimos y agradecidos podemos estar los que estamos positivamente locos de remate. Una suerte de pocos y más nos vale que la mierda siga gobernando el mundo porque de lo contrario seríamos civilizados como los animales, seres mucho más avanzados que nosotros y no podríamos descojonarnos tanto y auto-flagelarnos. Algo que nos encanta.  

El tercer capítulo de los Brother Ape ya reducidos a trío abandona en parte el toque fusión rock de su música. Se ha potenciado el poderío del teclado y la solidez instrumental. Más cañero, pero no menos emocional en los dos primeros temas. Muy atractiva y sinfónica la tercera pieza y riff adictivo en la cuarta para canturrear entre aterciopeladas melodías y bonitos arreglos de cuerda. La preciosidad de “Another day in wonder” con su apropiado título que me recuerda a algunas canciones de America pero desdibujando el sentido comercial de éstos y sinfonizando progresivamente la canción hacia unos Yes en sus momentos vocales típicos. “Immortal” insiste en pegarnos la melodía a la mente casi en ligero perfume indie pop con ribetes rock tan bien hechos y pegadizos que ya firmaría yo porque la música “asequible” fuese toda así. 


“Todo lo que realmente quiero” es una deliciosa balada con sus delicados arreglos y su buena dosis de nostalgia con una melodía memorable para los más pipiolos osos amorosos donde la parte instrumental final parece inspirada por el propio Albinoni. Tampoco el hard rock está ausente en “Human Equation” pero siempre encuadrado en la melodía atractiva y como contrapunto a asperezas. Aquí la guitarra solista tiene un solo de categoría especial que aprovecha para perfilar sugestivos cambios de tempo y misteriosa atmósfera a mitad de tema que sube en intensidad hasta el potente estallido final. Trabajan muy bien la estructura de los temas estos señores. Un intangible final en “Three” pone broche a este nuevo excelente trabajo.
Alberto Torró












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