Que "la buena música es siempre buena música" empieza a ser un término relativo. Cuestionable. Si se produce fruto de IA (Inteligencia Artificial), es música engañosa. Música tramposa. Hecha a partir de datos HUMANOS previos, manipulados algorítmicamente. Fraude. Todo esto me viene a la mente cuando tengo que hablar de los norteamericanos Analog Sunshine. Para empezar, prácticamente sin información. Que un tal Tom Bolton lo hizo él sólo a partir de una convalecencia por accidente grave. Hay un batería que le ayuda, Glenn Welman, dicen. Esto puede rebajar la sospecha, de ser cierto. Las dudas más fuertes vienen cuando se asegura que cada tema viene acompañado por un trabajo visual hecho por Inteligencia Artificial. Y quién no me dice a mí que la música también? Éste tipo de dudas llevan tiempo asaltándome. Hasta el punto de que, de no tener plena seguridad de que sea música humana, hecha por el hombre, me dedicaré a hablar de obras de anteriores décadas. O me pondré un top
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PULSAR - Pollen (1975)
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Este quinteto francés se crea en Lyon en 1971 cuando las diferentes bandas prog galas empezaban a desarrollar las curiosas músicas y tendencias que arrasaban el panorama mundial de entonces.
Lo extraño del caso es que casi fue una moda que logró penetrar en los oídos de los que entonces éramos muy jóvenes. La ventaja de haber vivido aquello al menos para mí, es poder hablarlo hoy sin los mitos y las excesivas emociones que se han vertido sobre este legendario estilo tanto positivas como negativas. Los que estuvimos allí no lo vivimos como nada especial y tampoco con el fanatismo posterior creado en los prog rockers de las generaciones que nos han sucedido. Para nosotros que se hiciese aquella música novedosa nos parecía normal. Era lo lógico, pues ya teníamos el oído acostumbrado a la década de los sesenta. La buena música era lo cotidiano y para nada extraño. Puede sorprender esto, pero en buena parte así fue. Incluso en los llamados singles de éxito comerciales podías encontrar mucha mejor música de la que en términos generales se hace ahora.
El desapasionamiento es un fenómeno que aparece con la edad. El hecho de llevar prácticamente toda la vida escuchando música acaba por completo con el “factor sorpresa”. Recuerdo abrir nervioso cualquier vinilo a mis 18 años y la rutina previsible de ahora. Dos mundos. Luego está la seguridad de que cualquier cosa de hoy o es repetición o es una mierda. Conforme envejeces valoras la importancia de lo esencial y lo importante que es deshacerse de lo inservible. Esto lo aplicas a todo naturalmente porque vivir cansa muchísimo tanto física como mentalmente.
Pulsar son bastante diferentes. Aunque se les suele catalogar como symphonic prog yo diría que hay otros elementos que cobran más importancia en su música como pueda ser el llamado space rock y la primigenia psicodelia floydiana acercándose incluso a veces al kraut germano en su lado más disciplinado y menos loco. Luego está la cuestión de que su música generalmente es tranquila y pausada. En sus discos no hay excesivas prisas ni carreras contra reloj. Una sensación de calma y placidez es la que encontramos en este su primer trabajo. Música para estar cómodo. La languidez se reparte en una fina interpretación entre los finos teclados de Jacques Roman, las acústicas de Gibert Gandil y la crimsoniana casi algo caravanera flauta de Rolland Richard más una tranquilona sección rítmica que apenas remonta en vuelos y mantiene un swing agradable todo el rato. El ambiente es entre hippioso y descriptivo y naturalmente suenan muchísimo a los mejores Floyd de 1969-1970 en su lado más melódico. Su música tiene una sensación nostálgica y placentera poco apta, nada diría, si te van los trallazos rock.
En definitiva “Pollen” se escucha como escuchas un arroyo, con sus efectos space, su pausado tempo, su toque sych, sus detalles a veces algo experimentales como en “Le Cheval de Syllogie” o los sinfonismos retro y cadenciosos de la suite “Pollen” de 13 mtos. Un trabajo absolutamente agradable y encantador con el cual solo debes dejarte llevar.
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