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Panna Fredda - Uno (1971)

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 Hay discos que no nacen: se invocan. Uno de Panna Fredda es un espejo roto donde se refleja el fin de la inocencia prog. Es el sonido de un grupo que vio el fuego de los 60 apagarse y decidió prender su propio incendio, aunque fuera el último. Aquí no hay paz ni complacencia: hay Mellotrones como cuchillas, voces que parecen oráculos y guitarras que cortan el aire como un ritual de medianoche. Si el rock progresivo italiano tuvo un momento oscuro, fue este. Y se siente glorioso. Cuando salió en 1971, Uno fue como un conjuro lanzado en una plaza vacía. Pocos lo escucharon. Menos aún lo entendieron. El disco quedó flotando en el limbo, mientras las luces de los 60 se apagaban y el rock italiano se metamorfoseaba en algo más grande, más extraño. Panna Fredda no tuvo tiempo de convertirse en leyenda en su momento: el servicio militar, la censura y la maquinaria de la industria los trituraron antes de que el humo se disipara. Pero los discos malditos no mueren, solo esperan. Con los añ...

GENTLE GIANT - In A Glass House (1973, Vertigo/WWA Records)

El grupo británico Simon Dupree & The Big Sound, que paría maridajes entre la psicodelia y el r&b, verá la emancipación de su núcleo fundamental cuando los hermanos Shulman conformen Gentle Giant, un nuevo estilo de proceder en el estirón del rock progresivo. De 1970 a 1973 publican cinco LPs, cinco discos de estudio considerados como picos de corona dentro de la carrera del combo, al igual que final de su inspiración. No fue así, pues tras tanta matrícula de honor musical aún quedarían álbumes como The Power And The Glory (74), Free Hand (75) e Interview (76), ediciones que mantenían la inteligencia y unas ocurrencias sonoras tan características como las ya aparecidas en anteriores marcas. 


Sin embargo, In A Glass House fue un giro de timón, un replanteamiento vista la salida de Philip Shulman, quedando Raymond y Derek en el puesto de mando. El ruido de cristales rotos que presentan los primeros segundos de reproducción, tornando en su evolución a un ritmo de suspiro mecánico, avisa que todo es nuevo, y a la postre nada cambia. “The Runaway” con sus guiños sincopados que tienden a la estructura renacida cada paso de nota, acompañados del baterista John Weathers que ilusiona pegada tras otra, se las arregla para no echar de menos aquel saxo que hasta hacía un año tendía una mano en las digestiones. 

“An Inmates Lullaby” les queda experimental, llena de laberintos, mientras “Way Of Life”, “Experience” y “Reunion” maceran de lo medieval a lo medianamente barroco para, en el caso de la primera del trío, cargar la bala de cañón en un artilugio de art pop frenético y de bajo funk. La canción que titula el vinilo es la más acorde con el paso de Octopus a esta definitiva manera de no irse por las ramas tras la deserción de Phil, logrando así continuar con su promesa de cambio y de oleadas rejuvenecedoras para los oídos sinfónicos. 


El por entonces quinteto se adapta a la falta de esa sexta pieza, destacando un Derek Shulman que no reniega de su saxofón alto, al menos para pincelar algún recuerdo a los desarrollos calculados por su hermano, y un Ray que sigue tan a gusto doblándose cual violinista excéntrico y bajista titánico.
por Sergio Guillén
 








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