Un viejo conocido de nuestra sección electrónica, con su obligado primer álbum del proyecto Stardrive , que ya reseñamos por aquí. Robert Mason fue alumno de la Julliard School, además de la Princeton Electronic Music Center. Así que su preparación fue concienzuda. Además, era constructor de sus propios modulares en primitiva, pero eficaz polifonía. Gracias a esto, conseguiría su propio sonido, sin tener que caer en texturas generalizadas por las grandes marcas de sintetizadores. En aquel debut de 1973, contó con músicos de sesión de altos vuelos, como Stephen Gadd o Michael Brecker. En este segundo asalto se lo piensa mejor y acorta gastos. Aunque no está precisamente, rodeado de músicos incapaces. Howard Rego sustituye a Gadd en la batería, que ya es sustituir. Mientras permanecen de la anterior formación, Jaime Austria al bajo y Harvey Sarch en la guitarra. Prescinde de percusionisita y vientos. Probables mejorías en su prototipo quizá le impulsaron al r...
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ATOLL - Tertio (1977)
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La portada de su tercer disco me resulta sugestiva porque llevada a nuestros tiempos parece una flatulencia incontrolada de covid 19. Aquí en España vamos llevando el virus un pasito pa lante otro pa tras y contagiándonos como dios manda que para eso somos más chulos que nadie y listos a rabiar.
Llegamos a 1977 porque nuestras secciones en esta plataforma suelen viajar al pasado lejano constantemente y generalmente a la búsqueda anterior al año cero de la hecatombe musical progresiva que fue más o menos por esas fechas al que tampoco hicimos funeral de estado. Luego vino la zombificación de los 80´s y los antaño prog o bien se pasaron a sacar brillo a la franquicia AOR, o a la plastificación tecno neuronal plana o al Heavy de manicura, leotardos leggins y oxigenada peluquería. Música lo justito. Pero fundamental que se pudiese bailar hacer ruido de neón y sobre todo ventas. De como la gente cambió de chaqueta y de gustos casi de repente, es un misterio de las grandes epopeyas alejandrinas o, bien como yo intuyo, solo compraban progresivo porque fue una moda y las portadas eran guapas y fardabas con los snobs. Otra cosa era escuchar y entender. De eso ríen de ríen salvo los náufragos de siempre que hemos ido quedando en cada hundimiento musical y somos como una reserva india que solo nos conservan en museos como peculiaridad y curiosidad histórica. Tendría su gracia acabar en una vitrina y que los niños se nos descojonen en visitas guiadas del colegio.
La tercera entrega vinílica de Atoll contaría con las voces de Stella Vander y Lisa “DeLuxe” Bois, ambas por entonces de la nueva formación de Magma a las puertas de grabar su álbum “Attack”. Al parecer algunas bandas francesas progresivas de la época tenían más relación de lo que parece. “Tertio” cerraría la trilogía importante de la banda ya que lo que vendría después sería un descenso hacia la mediocridad absorbida por los tiempos por mucho John Wetton y otros colaboradores del siguiente “Rock Puzzle” del que no hablaré.
“Paris c´est fini” parts 1&2 (5.54) inicia el entretenido recorrido de este disco con melodías instrumentales que en algo recuerdan a un ligero Yes cruzado con Ange en las voces. La fina guitarra de Beya, estrella en este trabajo, es definitoria de lo que digo. “La Dieux Meme” (7.32) y sus cánticos de sirenas con su clásico tempo del sinfónico agonizante de una década lo dice todo: ruedas de acordes lentos de teclados y una hermosa melodía cantada casi como despedida de un estilo condenado a morir. Los cambios se alternan en arpegios de piano y ritmos a contratiempo mientras aparece un “aleluya” por ahí y el sinte hace su numerito a la Wakeman. La composición es maja al igual que previsible para los que estamos familiarizados con el estilo y naturalmente el guitarrista deja un emotivo solo para el final como debe ser en la tradición sinfónica con coda incluída. En “Gae Love (le due)” (4.51) entra el sintetizador animosamente y nuevamente nos acordamos de Yes pero ahora con las voces de Magma en una extraña amalgama. “El cerdo volador” (5.42) tiene una lenta introducción. No sé si es el mejor título ante una aparente balada, pero los franceses son así y la pieza es bonita harmónicamente.
Aunque sin duda lo mejor del programa son los 14 mtos de “Tunnel” en dos partes para finalizar. Bonita estructura. Buena melodía. Variedad temática. Buenas voces. Cierta tendencia a la fusión y un impresionante Chris Beya haciendo virgerías por el mástil en una exuberante segunda parte que se aproxima ligeramente al obsesivo y adictivo estilo zeuhl más fusión de ese momento. Pena penita que no siguiesen por este camino. Pero los recordaremos.
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