No soy muy proclive al prog moderno, aunque reconozco que a veces hay cosas interesantes. Una de las peculiaridades del estilo es que con los años se ha ido abriendo cada vez más por cauces más variados, eso que llamamos ecléctico que bien puede acabar en un puzzle indefinido o en un nuevo resultado de la química sonora. Como ya dije la semana pasada en los tiempos distópicos y desagradables que por desgracia nos tocan vivir, es fácil encontrarnos con músicas que así lo reflejan. Cada vez la música es más áspera y más infeliz y uno que contempla la degradación humana a diario y el camino hacia la locura que tanto por la política deshumanizada del negocio y poder, así como por la disminución de inteligencia global y aumento de la maldad en el planeta se da cuenta que ya no hay vuelta atrás. Cada día será peor que el anterior, bien sea por el clima y cambios naturales o por guerras en todos los frentes. No me toca decir a mí si la inteligencia artificial será algo mejor o peo...
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Aviva Omnibus – Nutcracker In Fury (2008)
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Dmitri Loukianenko decide ampliar el nombre de la banda a Aviva Omnibus. No es el único cambio porque en el nuevo CD se arma de músicos para configurar un grupo en toda regla. Si en Rokus la influencia ELP era notable, ahora la cosa se complica.
Si escuchas “Overture in Fury” parece una banda prog metalera avantgarde con infernales sonidos de teclado. El pánico recorre mis venas, pero veo que la composición es de una calidad y variedad sorprendente. Hay influencias clásicas por doquier. El peligro de metalizarse en el rock progresivo es una tendencia enfermiza en los últimos tiempos. Pudiendo hacer música porqué hacer ruido es algo que imagino va acorde con los tiempos y con la extrema violencia que vivimos. La música es un reflejo de las épocas, de la “des-educación” generacional y de la falta de empatía. El rock comenzó como un grito de rebeldía y de liberación, pero la agresividad sonora cada vez ha sido más fuerte. Ahora la música es una apología de la violencia, de la destrucción y del caos. La música extrema domina el rock y también otros géneros. Esto ya no tiene nada que ver con mi generación y no lo digo como una crítica porque reconozco que para el metal hace falta una técnica endiablada exenta de sentimiento y llena de odio social algo que comprendo. Su estética va a la par. Cuando ves un grupo metalero dan miedo, aunque a lo mejor es una pose y en el fondo son el corderito de blancanieves. No obstante lo que nunca he comprendido y ya lo he dicho en muchas ocasiones, es la necesidad de expresar lo horrible en arte. Lo feo de la vida en la música. Lo entiendo como provocación y como ira ante el mundo mierda en que vivimos. Es lo que hay. Sin embargo, yo entiendo el arte como evasión de la realidad, como la posibilidad de algo que no existe. Muchas veces digo que lo mejor de la vida es cuando dormimos. Cuando soñamos, hasta incluso las pesadillas son divertidas porque sabes que no son reales. No creo en fantasmas ni en monstruos ni en tonterías. El único monstruo es el ser humano.
El cascanueces fue un ballet de Tchaikovsky compuesto en 1891 y evidentemente “Heavy March” está basada en la famosa marcha que popularizaron en directo los ELP de forma muy tosca y verbenera al final del cuadros para una exposición. Aquí no es el caso. Hard prog de alto octanaje, pero muy bien hecho y con entretenidos cambios. No penséis que este disco es una adaptación del famoso ballet, en absoluto. El trabajo de Aviva es una obra un tanto paranoica, pero a la vez atractiva. El tipo saca unos sonidos a sus teclados muy elaborados y variados. Esto entretiene la escucha.
“The Frozen Doll´s Town” es extraña y encantadora a la vez. La danza de los gigantes del té es una locura sonora que pasa de The Enid, a Zappa, Wakeman o Dream Theater contaminado de King crimson como si nada. Cocktail que pega y emborracha. Tchaikovsky y su vals de las flores vuelve en una festiva y marciana revisitación en “Flower Fever” casi una pesadilla y una broma. En “Coda Cold” la música se metamorfosea en diferentes formas de sinfo-prog-fusión-hard-vanguardia. Es decir, en una inclasificable macedonia pero sin llegar a la indigestión. No es un disco para dormirse, aunque acaba casi en una canción de cuna con épico final para que el niño despierte sobresaltado.
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