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JONESY - No alternative (1972)

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 Debutarán en el mundo del rock con un álbum que se puede considerar conceptual. Adelantados en el tiempo se consideran concienciados con el medioambiente y los problemas de contaminación que produce el mundo del siglo XX, no hay más que mirar el diseño de portada para darse cuenta.  Tras la expedición de 3 Lp's , el grupo acabó disolviéndose y dio señales de vida nada menos que 3 décadas después y siguen en activo con dos nuevos vinilos a sus espaldas. Su rock es eminentemente progresivo con regusto por las atmósferas crimsonianas de los primeros álbumes (Epitaph, A talk to the wind, Moonchild, etc), percusiones de platillos sigilosas, silencios expectantes, atmósfera intimista, profusión por el mellotrón y riffs de guitarras repetitivos y rígidos con solos desgarrados (Pollution, Heaven). Formula que utilizarán en la mayoría de sus tracks condicionados siempre por un bajo demoledor que establece pautas a seguir (No alternative). Pero sus referencias no quedan ahí, las influencias

KALUTALIKSUAK - Last Day Of Sun (2008)

Sugestivo título. De ser cierto una parte de la gilipollez cósmica que representa nuestro planeta acabaría como el desierto de los monegros, zona de Aragón donde ni los reptiles están a gusto y el mismísimo Neil Armstrong confundiría con la luna. 


Las cinco primeras y largas piezas de éste disco componen una larga travesía de fascinante martirio musical bajo el título: “Navegando hacia el atardecer hacia una nueva noche” con cinco fases solares. Psicodelia caótica, oscura, aventurera, abrasiva y avantgarde. Nada de florecitas blancas y pajaritos cantando. Porque de aquí a unos años no existirán. Has metido el pie en alquitrán caliente y luchas por salir a la superficie nadando en un lago de petróleo entre rocas contaminadas. Azufre y sosa caustica, penetran por tus partes íntimas y el ardor y la quemazón te han dejado una depilación con la raíz del pelo quemada y un sarpullido verdoso enrojecido en sangre que produce un picor insoportable. Mutación o muerte lenta. Como si el cáncer se pudiese expresar en sonido y música, abriéndose paso en nuestras entrañas, matando células tontas, o sea todas nuestras células. Como un éxtasis de Santa Teresa, entre el dolor y la calma como un placer masoquista de sufrimiento extremo y gozo de dolor metafísico. 

Los Kalutal estos no hacen una música para esbozar sonrisas o placeres. La peculiaridad de ese free jazz marciano enloquecido de la primera fase del sol a la última surge como un desatasco sanguinoliento intestinal producido por una peritonitis séptica mortal. La guitarra se destroza los dedos en escalas medio Fripp medio Frith los dos dementes británicos de la guitarra por excelencia. No hay sentimiento por ningún sitio solo locura y rabia. Música pletórica de disonancia y caos pero con un relato rítmico más o menos organizado, aunque sin llegar al martirio de lo completamente atonal. Parece todo improvisado. Tu enciende la grabadora y dame tormento. La aventura sonora se va desarrollando de un movimiento a otro. Una voz desquiciada complica todo más en una infernal parada psiquiátrica. Si pretendían intranquilizarte y sumergirte en un mar de fuego ácido lo consiguen. King Crimson no llegarían tan lejos como estos rusos demenciados ni en sus momentos más radicales en una música de pesadilla. En otro momento de mi vida no habría soportado esto. Pero con la temporada que llevo de infierno mental y cabreo social, su música es un cuarteto de música romántica para mis oídos y para los que han perdido toda esperanza. En el fondo lo interpreto como una acertada burla al significado de la vida en cada uno de nuestros días. Un Armagedón sonoro complejo. Un desollamiento carnal que solo puede oírse en estado de rabia o ira. 


El disco va a producir dolor psicológico y más que terror confusión será mi epitafio y no habrá mellotrones lírico-tristes sino lubricante tres en uno inyectado groseramente por vía rectal y chupitos de anticongelante para que no se hiele totalmente el corazón. Música extrema. Mucho más avantgarde que psicodélica. Unos hippies colgados no llegaría a hacer esto, ni siquiera los kraut más pasados en ácido. Kalutaliksuak han nacido en otro planeta mucho más bizarro que el nuestro. Los teclados queman, escuecen como el disolvente en las manos para quitarte la pintura. En la herida abierta no ponen agua oxigenada ni ningún otro desinfectante. Echan directamente aceite hirviendo, pero como ya te han lacerado otras partes de tu cuerpo ya casi no lo sientes. Su música desgarra la piel a tiras, produce quemaduras de tercer grado pero sigues escuchando como presa de un extraño maleficio. Tumbado en una mesa de laboratorio te han hecho todo tipo de barbaridades pero has disfrutado de una sesión sadomasoquista sin precedentes. Te han extirpado el cerebro, el estómago, el bazo, el hígado y los cojones en una audición de música enferma, genial y devastadora sin precedentes. Te han abducido una panda de psicópatas en una nave oxidada con una contaminación radiactiva incompatible con la vida pero has salido con una convicción clara: la vida es fea y dolorosa pero podría ser muchísimo peor. La música de los Kaluta solo es un avance de los lirismos por venir y de la bonita vida que nos espera. No implores misericordia.
Alberto Torró






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