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Puppenhaus – Jazz Macht Spazz (2009)

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 Una bestialidad de álbum que emerge de lo profundo del suelo para deleite de todos los amantes del Jazz Rock más desenfrenado e irreverente. Alemanes de pura cepa, gestores de los ritmos más intensos, vibrantes y creativos van entregados en copas de LSD mostrando su talento a tutiplén con una puesta asombrosa con mucho Crimson, con mucho Zappa, con mucho Colosseum. Cuna de la fecundidad progresiva en cuestión de arreglos. Entonados tributos de latón/bronce que hacen el viaje suculento. Flautas que cohabitan con los saxos dando ramalazos al cuerpo y el sabor dulce del ácido y el eclecticismo más puro logran producir al cuerpo una sensación muy cercano al éxtasis profundo, llámenlo "orgasmo máximum". Jazz Macht Spazz es una de esas obras que logran desprender virtuosismo de cabo a rabo Entre nosotros tenemos una exquisita obra maestra compuesta por una performance esmeradísima en donde se aprecian 3 puntos bien marcados: 1) Cambios de ritmos, 2) Arreglos virtuosos y 3) Pasajes

KALUTALIKSUAK - Last Day Of Sun (2008)

Sugestivo título. De ser cierto una parte de la gilipollez cósmica que representa nuestro planeta acabaría como el desierto de los monegros, zona de Aragón donde ni los reptiles están a gusto y el mismísimo Neil Armstrong confundiría con la luna. 


Las cinco primeras y largas piezas de éste disco componen una larga travesía de fascinante martirio musical bajo el título: “Navegando hacia el atardecer hacia una nueva noche” con cinco fases solares. Psicodelia caótica, oscura, aventurera, abrasiva y avantgarde. Nada de florecitas blancas y pajaritos cantando. Porque de aquí a unos años no existirán. Has metido el pie en alquitrán caliente y luchas por salir a la superficie nadando en un lago de petróleo entre rocas contaminadas. Azufre y sosa caustica, penetran por tus partes íntimas y el ardor y la quemazón te han dejado una depilación con la raíz del pelo quemada y un sarpullido verdoso enrojecido en sangre que produce un picor insoportable. Mutación o muerte lenta. Como si el cáncer se pudiese expresar en sonido y música, abriéndose paso en nuestras entrañas, matando células tontas, o sea todas nuestras células. Como un éxtasis de Santa Teresa, entre el dolor y la calma como un placer masoquista de sufrimiento extremo y gozo de dolor metafísico. 

Los Kalutal estos no hacen una música para esbozar sonrisas o placeres. La peculiaridad de ese free jazz marciano enloquecido de la primera fase del sol a la última surge como un desatasco sanguinoliento intestinal producido por una peritonitis séptica mortal. La guitarra se destroza los dedos en escalas medio Fripp medio Frith los dos dementes británicos de la guitarra por excelencia. No hay sentimiento por ningún sitio solo locura y rabia. Música pletórica de disonancia y caos pero con un relato rítmico más o menos organizado, aunque sin llegar al martirio de lo completamente atonal. Parece todo improvisado. Tu enciende la grabadora y dame tormento. La aventura sonora se va desarrollando de un movimiento a otro. Una voz desquiciada complica todo más en una infernal parada psiquiátrica. Si pretendían intranquilizarte y sumergirte en un mar de fuego ácido lo consiguen. King Crimson no llegarían tan lejos como estos rusos demenciados ni en sus momentos más radicales en una música de pesadilla. En otro momento de mi vida no habría soportado esto. Pero con la temporada que llevo de infierno mental y cabreo social, su música es un cuarteto de música romántica para mis oídos y para los que han perdido toda esperanza. En el fondo lo interpreto como una acertada burla al significado de la vida en cada uno de nuestros días. Un Armagedón sonoro complejo. Un desollamiento carnal que solo puede oírse en estado de rabia o ira. 


El disco va a producir dolor psicológico y más que terror confusión será mi epitafio y no habrá mellotrones lírico-tristes sino lubricante tres en uno inyectado groseramente por vía rectal y chupitos de anticongelante para que no se hiele totalmente el corazón. Música extrema. Mucho más avantgarde que psicodélica. Unos hippies colgados no llegaría a hacer esto, ni siquiera los kraut más pasados en ácido. Kalutaliksuak han nacido en otro planeta mucho más bizarro que el nuestro. Los teclados queman, escuecen como el disolvente en las manos para quitarte la pintura. En la herida abierta no ponen agua oxigenada ni ningún otro desinfectante. Echan directamente aceite hirviendo, pero como ya te han lacerado otras partes de tu cuerpo ya casi no lo sientes. Su música desgarra la piel a tiras, produce quemaduras de tercer grado pero sigues escuchando como presa de un extraño maleficio. Tumbado en una mesa de laboratorio te han hecho todo tipo de barbaridades pero has disfrutado de una sesión sadomasoquista sin precedentes. Te han extirpado el cerebro, el estómago, el bazo, el hígado y los cojones en una audición de música enferma, genial y devastadora sin precedentes. Te han abducido una panda de psicópatas en una nave oxidada con una contaminación radiactiva incompatible con la vida pero has salido con una convicción clara: la vida es fea y dolorosa pero podría ser muchísimo peor. La música de los Kaluta solo es un avance de los lirismos por venir y de la bonita vida que nos espera. No implores misericordia.
Alberto Torró






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