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CHRISTOPHE POISSON - Music Sky (1985-1997/ Gazul)

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 Nada se sabe del francés Christophe Poisson y nada se hubiera sabido, si no se hubiera rescatado a título póstumo éste "Music Sky" que grabó en 1985. En 1986 Poisson muere brutalmente a los 33 años. Dejando éste legado para la posteridad, que Gazul desempolvó con todo acierto. Le acompañaban Alain Gaubert (guitarra), Philippe  Gisselmann (saxo soprano), Gil Garenne (synths, computadora, drum machine) y Christophe Poisson en composición,  arreglos y ejecución (imagino que de teclados). El inicio de "Messe K" (12'07) induce tenebrismos experimentales muy cinemáticos. Con marcada influencia contemporánea que puede ir de Stockhausen a sus paisanos Heldon. Conseguidas percusiones, guitarra en vuelo rasante y fondos de oscuridad no apta para flojos de mente. Es una sensación grupal equivalente a Embryo, Popol Vuh, Kluster, Peter Frohmader, Dissidenten o Brave New World. Teclados y guitarra tejen una telaraña krautie de sorprendente calado emocional. Muy sugerente. &q

BENT KNEE ‎– Shiny Eyed Babies (2014)

Si con su primer trabajo tuvimos un contacto y una oportunidad de adentrarnos con una nueva forma de hacer música. Estos “bebés de ojos brillantes” es una clara progresión en esos nuevos planteamientos de dar la vuelta a diferentes estilos. 


No hay barreras ni prejuicios entre mezclar una balada pop y adornarla de experimentalismo. Músicos altamente calificados y valientes a la hora de proponer una cosa distinta, original y de calidad. No es nada fácil esto hoy día y lo todos lo sabemos y más cuando vemos el vertedero en el que se ha convertido la industria y el mainstream musical. Que aparezcan propuestas como esta es casi un milagro de la ciencia. En los tiempos que vivimos y para los que somos veteranos en estas lides sonoras es muy fácil caer en el hartazgo. Entras en los blogs y la proliferación de músicos y bandas es una pesadilla. Crecen como setas. Comprar instrumentos y material para hacer música es bastante más asequible hoy si lo comparamos con los precios de hace algunas décadas. Montar un grupo de mí generación y que sonase decente podía suponer la ruina si no eras un hijo de papá. Una guitarra eléctrica decente, un bajo, un teclado y una batería suponían un capricho caro. Un lujo en toda regla. No digo que los instrumentos de hoy sean baratos, que no lo son, salvo que busques material de segunda mano low cost. Sin embargo el mercado es mucho más amplio. Las marcas asiáticas de instrumentos musicales ofrecen una enorme oferta de posibilidades y a buen precio encuentras cosas resultonas. Lo grave es la crisis en la que lleva metida ya hace años la música de calidad. Sobre todo el jazz y la música clásica. Los genios se murieron. Los grandes compositores también. Es muy probable que de aquí a unas pocas décadas la música clásica por ejemplo desaparezca. No es nada descabellado por mi parte porque lo he ido observando año tras año. Los melómanos ya podéis ir conservando, cajas discos y CD´s de vuestra música favorita porque acabarán cargándose todo lo que una vez fue cultura y humanismo.


La escucha del segundo disco de Bent Knee es una exquisita experiencia que juega con límites y aristas musicales inesperadas, referencias estilísticas de mil formas sonoras diferentes incluso repelentes entre sí. Una visión a través de la música del mundo decadente y demenciado en que vivimos. Un espejo inteligente de ese mundo esquizofrénico que ya anticipó la ficción literaria o esas músicas anticipadas a su tiempo. No va a gustar al que tenga una visión conservadora de la música si no ha desarrollado una apertura de miras. Pero también son radicalmente distintos a la mayoría de los de su generación que bien optan por el ruido y la anarquía o lo simple y aburrido. Bent Knee no te van a aburrir te lo aseguro. Juegan con toda la baraja de sentimientos desde el lirismo maravilloso hasta la fuerza y energía bizarra sin límites. Todo perfectamente estudiado. Sin dilatación de esfínter caótica ni apretones diarreicos de incontinencia sonora post, indie, hiparra, stoner o metalera. Olvídate de etiquetas. Estos norteamericanos no las necesitan. Están de vuelta y han estudiado en el mejor colegio de música del mundo en la actualidad. 


Al quinteto se une una pequeña orquesta de cámara de 13 músicos. Cada minuto de música de los 62 del álbum está perfectamente diseñado, compuesto y ejecutado. Jóvenes sobradamente preparados y un apetitoso programa que degustar.
Alberto Torró



 


  






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