En 1981, Rick Wakeman —el mago de las teclas de Yes y arquitecto sonoro de álbumes conceptuales colosales— se apartó momentáneamente de los reinos progresivos y bajó al bosque oscuro del cine de terror. The Burning, un slasher temprano de la era dorada del género, necesitaba más que gritos y sangre falsa: necesitaba atmósfera, tensión, ese pulso invisible que hace que la audiencia sienta que algo se arrastra detrás de ellos. Wakeman, siempre inquieto, tomó el proyecto como un laboratorio sonoro. Grabó la banda sonora en su propio estudio, usando un arsenal de sintetizadores analógicos, efectos de percusión y capas minimalistas que parecían respirar. Lo que logró fue más que música: fue una selva de sonidos metálicos y notas disonantes que se entrelazan como ramas. Cada crescendo, cada vibración de sintetizador, construye la sensación de aislamiento y peligro, convirtiendo al bosque en un personaje más. Para un público que esperaba otro clon de Friday the 13th, The Burning ofreció ...
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FAR EAST FAMILY BAND - Parallel World (1976, Nippon Columbia)
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En la trayectoria de un músico tan conocido y respetado mundialmente como Kitaro (nombre real: Masanori Takahashi) su breve estancia en un grupo como Far East Family Band pudiera parecer mera anécdota para curiosos y melómanos. Sin embargo, merece la pena destacar los tres primeros elepés del proyecto como obras dignas de reivindicación al margen de otras consideraciones. Aglomerados inicialmente bajo el apelativo Far Out –sin Takahashi– en 1972, esta asociación de japoneses en pos de la experimentación firmaba en 1975, ya como Far East Family Band, lo que se considera uno de los pináculos de la música rock nipona: Nipponjin. El vinilo, continuación de un primer y esclarecedor The Cave Down To Earth –entre espacial y psicodélico–, demuestra cómo las referencias a la música de unos Tangerine Dream y unos Pink Floyd se pueden perfectamente entremezclar sin viciar un particularísimo estilo.
Su inspiración para el siguiente Parallel World (1976) procede de varios lugares y estilos. Por una parte, se agarran a la psicodelia de los primeros Pink Floyd y su gusto por los largos desarrollos, mientras que con la otra mano tocan el space rock de unos Hawkwind, destacando siempre el papel desempeñado por los teclados, remedando de manera extraordinaria la labor de Vangelis. Los dos primeros temas del álbum (“Metempsychosis” y “Entering – Times”) optan por un sonido hipnótico, con referencias muy sutiles a la música japonesa, apoyándose en cadencias casi tribales generadas por el baterista Shizuo Takasaki. El predominio instrumental es palmario a lo largo de todo el elepé.
En “Kokoro”, tercero de los cuatro temas en los que se estructura el disco y de comienzo y desarrollo casi new age, vibra la voz de Fumio Miyashita como surgida de algún punto indeterminado del espacio mientras la banda se va transformando en unos Pink Floyd del lejano Oriente. A pesar de tratarse de un trabajo de estudio, es evidente el carácter improvisado de gran parte de Parallel World. Dicho planteamiento fluye como una catarata en el extenso tema título, con aproximadamente treinta minutos de psicodelia, texturas electrónicas, mensajes ácidos y juegos con el estéreo.
A pesar de alcanzar la madurez como grupo con Parallel World, únicamente editarían un disco más, un Tenkujin con el que se despedirían como conjunto en 1977. Aquí se pone punto y final a la trayectoria del combo. Los prolegómenos a este álbum fueron los que siguen: Kitaro entra en conflicto con el resto de componentes en la lucha por el camino a seguir por Far East Family Band. Habían conseguido acercarse con Parallel World a la experimentación electrónica de Klaus Schulze, y eso era algo en lo que Kitaro quería continuar investigando. El resto de miembros deciden volver a los orígenes, a intentar ser la réplica de los Pink Floyd llegada desde el País del Sol Naciente. Kitaro no llegaría a grabar Tenkujin y el disco terminaría siendo una despedida ciertamente agridulce.
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