Hay discos que no nacen: se invocan. Uno de Panna Fredda es un espejo roto donde se refleja el fin de la inocencia prog. Es el sonido de un grupo que vio el fuego de los 60 apagarse y decidió prender su propio incendio, aunque fuera el último. Aquí no hay paz ni complacencia: hay Mellotrones como cuchillas, voces que parecen oráculos y guitarras que cortan el aire como un ritual de medianoche. Si el rock progresivo italiano tuvo un momento oscuro, fue este. Y se siente glorioso. Cuando salió en 1971, Uno fue como un conjuro lanzado en una plaza vacía. Pocos lo escucharon. Menos aún lo entendieron. El disco quedó flotando en el limbo, mientras las luces de los 60 se apagaban y el rock italiano se metamorfoseaba en algo más grande, más extraño. Panna Fredda no tuvo tiempo de convertirse en leyenda en su momento: el servicio militar, la censura y la maquinaria de la industria los trituraron antes de que el humo se disipara. Pero los discos malditos no mueren, solo esperan. Con los añ...
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FAR EAST FAMILY BAND - Parallel World (1976, Nippon Columbia)
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En la trayectoria de un músico tan conocido y respetado mundialmente como Kitaro (nombre real: Masanori Takahashi) su breve estancia en un grupo como Far East Family Band pudiera parecer mera anécdota para curiosos y melómanos. Sin embargo, merece la pena destacar los tres primeros elepés del proyecto como obras dignas de reivindicación al margen de otras consideraciones. Aglomerados inicialmente bajo el apelativo Far Out –sin Takahashi– en 1972, esta asociación de japoneses en pos de la experimentación firmaba en 1975, ya como Far East Family Band, lo que se considera uno de los pináculos de la música rock nipona: Nipponjin. El vinilo, continuación de un primer y esclarecedor The Cave Down To Earth –entre espacial y psicodélico–, demuestra cómo las referencias a la música de unos Tangerine Dream y unos Pink Floyd se pueden perfectamente entremezclar sin viciar un particularísimo estilo.
Su inspiración para el siguiente Parallel World (1976) procede de varios lugares y estilos. Por una parte, se agarran a la psicodelia de los primeros Pink Floyd y su gusto por los largos desarrollos, mientras que con la otra mano tocan el space rock de unos Hawkwind, destacando siempre el papel desempeñado por los teclados, remedando de manera extraordinaria la labor de Vangelis. Los dos primeros temas del álbum (“Metempsychosis” y “Entering – Times”) optan por un sonido hipnótico, con referencias muy sutiles a la música japonesa, apoyándose en cadencias casi tribales generadas por el baterista Shizuo Takasaki. El predominio instrumental es palmario a lo largo de todo el elepé.
En “Kokoro”, tercero de los cuatro temas en los que se estructura el disco y de comienzo y desarrollo casi new age, vibra la voz de Fumio Miyashita como surgida de algún punto indeterminado del espacio mientras la banda se va transformando en unos Pink Floyd del lejano Oriente. A pesar de tratarse de un trabajo de estudio, es evidente el carácter improvisado de gran parte de Parallel World. Dicho planteamiento fluye como una catarata en el extenso tema título, con aproximadamente treinta minutos de psicodelia, texturas electrónicas, mensajes ácidos y juegos con el estéreo.
A pesar de alcanzar la madurez como grupo con Parallel World, únicamente editarían un disco más, un Tenkujin con el que se despedirían como conjunto en 1977. Aquí se pone punto y final a la trayectoria del combo. Los prolegómenos a este álbum fueron los que siguen: Kitaro entra en conflicto con el resto de componentes en la lucha por el camino a seguir por Far East Family Band. Habían conseguido acercarse con Parallel World a la experimentación electrónica de Klaus Schulze, y eso era algo en lo que Kitaro quería continuar investigando. El resto de miembros deciden volver a los orígenes, a intentar ser la réplica de los Pink Floyd llegada desde el País del Sol Naciente. Kitaro no llegaría a grabar Tenkujin y el disco terminaría siendo una despedida ciertamente agridulce.
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