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Bateristas en la sombra XVIII: Juan Ángel Sanchez

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 Warlock podrían ser considerados como el primer grupo español de Hard Rock con estética e influencia satánica y ocultista.  Su germen, Necrophagus, oscuro grupo surgió en Madrid en 1974 con Victor al frente quien estaba altamente influenciado por bandas como Black Sabbath, Lucifer’s Friend o Hawkwind y con un sonido que hoy sería considerado como Proto Doom. Durante su corta existencia que abarcó desde 1977 a 1979, Warlock fueron teloneros de la Ian Gillan Band en el Teatro Monumental de Madrid en 1979. También participaron en numerosos festivales y compartieron escenario con grupos y artistas de la época como Burning, Cai, Teddy Bautista & Canarios, Azahar, John Martyn, Eduardo Bort, etc. No obstante la historia de Warlock y el rescate de sus ensayos mediante el sello Guerssen forma parte de las reseñas discográficas de esta misma página Web.  El singular baterista Juan Ángel Sánchez se identificaba con el culto al satanismo en un nivel digno de ser consultado, pero su dislocada

Banzai - Sala Canciller de Madrid (1987)

 Siglo XXI en su plenitud bañado por la claridad de nieblas densas que acentúan más cada lúcida madrugada. Cuando le propuse a David Biosca participar en la iniciativa Pulse Times TV, que llevaremos a YouTube en Septiembre, aceptó con entusiasmo porque ciertamente, hay mucho de lo que hablar. 



El baterista, legendario, mítico, luchador, obrero del Groove y discípulo de la humildad, porta a sus espaldas una longeva trayectoria escrita a base de sudor, que durante una etapa de la de cada de los ochenta se transformaba en lágrimas de impotencia, cuando entre otros proyectos en los que militó como Tigres del Metal, fueron excluidos de la oportunidad solo por el mero y crudo hecho de no ser un grupo de Rock procedente de los latifundios panderetiles centralistas.  El propio David junto con el fallecido José Antonio Manzano y muchos músicos más que desde Barcelona viajaban a Madrid para ocupar vacantes en busca de oportunidades, fueron testigos de largos kilómetros e interminables horas de carretera durante meses de incertidumbre sobre un vilo que envolvía sus almas, en las que si algo manaba en ebullición, era la ilusión tejida de entusiasmo. 



La banda Banzai y su persistente apuesta en la prolongación de una prometedora vida musical, mostró la me mejor de sus caras con dureza para afrontar tiempos potentes donde el lenguaje nacional por excelencia seguía siendo el Rock, desplazado por la cruda aspereza de la crítica musical hacia el Hard & Heavy, cuando sus representantes mostraban en sus obras numerosos  ingredientes de otras dietas musicales carentes de precalentamiento sobre los fogones voraces de la extinción. 

Banzai, lo hicieron posible caballeros de auténtica mesa redonda, ante la que precisamente no había que sentarse, sino levantarse con la única bandera que portaron sus miembros, que no era otra más que la de sus propios huevos, mostrados por: José Antonio Manzano, Carlos Vázquez Tibu, Danny Peyronel, Valentín del Moral Chino, Larry Martín,  Juan Carlos Redondo Snoopy, Jimmy Reitz, Enrique Ballesteros, José y David Biosca. Ellos, predicaron con álbumes de estudio y de directo la doctrina de la vigencia de contextos líricos y musicales siendo un pretérito presente de obligada asignatura para músicos y melómanos inquietos que escuchan y no oyen música generada en su lenguaje más preciso, directo y conciso. 



En aquellos años, en los que con menos medios tecnológicos en modestos y grandes estudios de grabación y con mucha menos información de la que se dispone dentro de un presente mareado, se hacia mucho más de lo que se genera actualmente por mucho que la imperfecta tecnología de la agotada era digital nos venda pipas de girasol bañadas en azúcar. Pero también en aquellos años y al igual que ahora, muchos de los músicos que emprendían su carrera sin tener antecedentes familiares en el gremio, carecían del apoyo familiar en cuanto a su iniciación en el aprendizaje y desarrollo musical en centros especializados se refiere. Quienes reunían cualidades avaladas por la actitud eran segados de cuajo por la negativa de padres, hermanos e inclusive amigos que veían en la dedicación a la música una garantía de pérdida de tiempo lejana al beneficio, la progresión y una decente posición social. Algunos de estos músicos tiraron la toalla y otros pelearon duro capeando fuertes temporales para ocupar un espacio remunerado con más tempestades que reconocimientos. Otros músicos que merodeaban por los recovecos del oportunismo del butano que más calentaba la estufa de la mediocridad rosada alardeaban de pagar impuestos y de comer caliente gracias al coleccionismo de piratas en el inmenso desván del deseo. Mientras que por su parte, el otro sector, el de la critica musical, contribuía a la expansión de una metástasis que ha venido devorando cegueras entre los fans provocadas por un negocio marrón de aroma letal. 

Cuarenta años después de aquella época en la que Madrid tenía que ser si o si la capital de la supervisión cultural y ruleta del infortunio, los excesos abusivos de la intrusión y las constantes ceremonias de encaje de bolillos sumados a verónicas culminadas con estocadas de latón, el todo vale, es el estribillo más elogiado del compás más tedioso de la única canción que camina con cadencias de tempo. 

Hace más de cuarenta años, los niños jugaban al balón en parques donde refunfuñones viejos no precisaban de viagra para apostar doble contra sencillo en el recelo de la longitud viril. Hace cuatro decenios, el amor yacía en las pupilas y la amistad se gestaba en una dimensión real, y no en el monitor de un pc, la pantalla de un iPod o un móvil en el que el emoticono se traduce en expresión y lenguaje universal. Y estos factores sumados al egocentrismo y la centrífuga condensación mental acuñada a la abundancia de repelente saturación del nadísmo, provocan que una indomable unanimidad que contribuye aún más si cabe, a que nada gire en busca de un cambio razonable donde la cultura sea una obligada asignatura en el aula del criterio. 



Ayer viernes, David Biosca me enviaba esta foto desde el aula en la que imparte clases en su centro de la ciudad condal, y corroborada mi visión de la posición actual del mercado musical en la que manda la preestablecida plantilla de diseño fonográfico, y del mal aprendizaje que en la actualidad los que se centran en el estudio de un instrumento desarrollan en la tempestad tecnológica y las letales plataformas de divulgación didáctica excesivamente vulgar. 

Son largos años los que llevo sin ver a David sobre un escenario, al igual que al resto de compañeros que hicieron posibles honrados retos de legalidad Banzai, o de furia felina a base de rugido de Tigre, donde personas como el fallecido Pedro Bruque compaginaba talento y musicalidad con un notable sentido del humor. Y a todos estos músicos mencionados y a muchos otros más, lo que les sobraba eran bemoles de dimensiones inimaginables, para repartir watios, elegancia, respeto y dignidad. Y eso, no lo han perdido a pesar de haber aprendido lecciones modificando errores y evolucionando desde el menos como símbolo del más, enseñando a nuevas generaciones, escasas nuevas generaciones que anteponen interés y valor al aprendizaje a no cometer errores cuyas facturas sean impagables. Y hablando de facturas, todos estos músicos experimentados siguen pagando las suyas, comen caliente, canjear lujo por placer cultural y mantienen el pulso de la Ilusión desde la docencia, por el mero hecho de que enseñar significa para el maestro constante aprendizaje. 

Corría el mes de Marzo del año 1987, cuando Banzai arrollaron la Sala Canciller de Madrid, con Carlos Tibu, José Antonio Manzano, Salva Domínguez y David Biosca, dando una magistral lección de actitud, silencio y fluidez.  En aquel entonces, yo contaba con 16 años de edad y no logre acudir a este concierto a pesar de varios intentos. No obstante, queridos padres, madres, discípulos de la visión cejijunta y demás danzarines  de la jota cañí, os recalco que la música es una noble profesión. Que si vuestros hijos optan por ella y muestran actitud, podrán defender sus vidas con la nómina fija de la satisfacción creativa. Que si son válidos eludirán a padrinos que les conducirán a la ruina inminente, y que la interpretación no es compatible con un verdugo llamado éxito. La presencia mediática y la popularidad no son productos pertenecientes al pasto del talento, y ese  circuito, si que puede conducir de cabeza a comer frío, irregularmente y a morir de asco. Así que si vuestros hijos deciden formarse en el aprendizaje, apoyarles a capa y espada, porque mal vivir es agonizar en la abundante miseria de jugar a vivir abordando oficios cuyas ganancias a largo plazo son miserias de pan que desemboca en hambruna voraz. Nada en la vida es fácil cuando peleas duro por ello, pero los resultados del esfuerzo son la garantía de un arte coherente tan necesario como vital a modo global del que se puede vivir con dignidad. Si la música se muere a pasos agigantados, es por culpa del ramonismo pechugón que habita en vuestras cabezas, no del talento que durante largas décadas se os ha venido regalando para que pudieseis lograr concebir la vida desde un prisma transparente mostrado desde el escaparate del único sentido... Y ni por esas. 

Gracias a David Biosca y los que como el, seguís dando ejemplo y magistrales lecciones de enseñanza, aprendizaje y humanidad. 

Luis Arnaldo Álvarez (Baterista  y Locutor profesional independiente)

ArnaldoStudio Estudio de grabación profesional

Tfno:  606 52 80 64  (Grado - Asturias)

Sitio Web:

www.progsitiveproductions.com



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