Entrada destacada

PROGRESIVO DEL SIGLO XXI - 14: Farmhouse Oddysey (USA)

 Personalmente desde hace ya muchos años en lo que respecta a música no suelo salirme excesivamente de mi zona de confort y rara vez hago excepciones. Además, declararte amante irredento de la música clásica y defensor a ultranza del rock sinfónico que es su pariente directo décadas más tarde no te hace tener más amigos precisamente. Para aumentar la gracia y la situación cómica, los pocos amigos que tenía con gustos similares ya están muertos u olvidados en el tiempo y el espacio. Esto fue, es y será así. Lo curioso además de la etiqueta “Rock Progresivo” o “Rock Sinfónico” es que lo que menos tienen es “rock”. En mis tiempos era simplemente “música progresiva” El dislate de todo esto de las etiquetas es llamar “rock” a todo lo que lleve bajo guitarras batería. El teclado sirve como hermano mayor más sensato para poner algo de orden. Zappa decía que en su música la palabra “rock” solo era un pretexto comercial para vender sus discos. En el imaginario popular sucede lo mismo. Sin ese término el negocio de la llamada música “popular” no habría vendido ni una cuarta parte. Poner etiquetas es un estudio de marketing. Si en lugar de poner prog rock en un disco se vendiese comercialmente simplemente como “Imaginative Music” o “Modern Creative Music” os puedo asegurar que habría sido la ruina. 




Sin la palabra “rock” el proceso mental mayoritario de un comprador de discos no habría gestionado otras posibilidades más imaginativas.

La música es un camino estoico que tienes que recorrer solo. Porque ni siquiera a los de la misma onda que tú les gusta la interacción con otros de sus mismos gustos.  Este tipo de música es para gente solitaria, individualista y hasta misántropa. Justamente el lado contrario del rock a secas que siempre es gregario y participativo. La música a cierto nivel ya es hasta incompatible con la condición y la relación humana. El utilizar la música para no tener que escuchar al vecino o aislarte de tus congéneres es casi un acto de supervivencia y necesidad vital y hoy más que nunca.

En la mayoría de ocasiones la previsibilidad de las grabaciones que llegan a mis oídos y la tendencia en hacer música ensordecedora o desagradable está tan extendida, que ya ni me molesto en perder el tiempo. Es cierto que hay mucho. Seguramente entre tanta montaña delirante y tanta escombrera habrá alguna cosa salvable. Como el viejo dicho dice tanto árbol no deja ver el bosque. En definitiva, la acumulación de mierda en el planeta es tan desbordante, que ya casi ni merece la pena escarbar a la búsqueda de alguna planta aromática que mantenga, aunque solo sea un atisbo de olor agradable. No pinta nada bien lo que queda por delante y si además la AI como ya viene siendo habitual acaba controlada por idiotas  mucho antes de lo que creemos, lo que nos espera no va a ser nada agradable. Y sí. Realmente puede ya el cansancio, la desconfianza y la falta de energía.

La realidad es que aquello que fue, ya no es. Los creadores de aquella música o ya se han muerto o están en edad de residencia. Alguno aguanta, pero no es consciente de la imagen que ofrece. Al final un ejercicio de nostalgia. Queda lo de renovarse o morir, pero a la vista de los resultados casi mejor no renovarse y evitarse el ridículo o un mal trago.

Las bandas de las que voy hablando los viernes por estas páginas supongo que no viven de esto. Pensar que haciendo esta música hace 50 años hizo a muchos millonarios y famosos es casi una película de ciencia ficción. Una broma. Hoy lo bueno e interesante solo es un acto de capricho, una evasión y posiblemente una forma de ser menos gilipollas y anormal que el resto. Naturalmente no sirve de nada. La mayoría de las cosas que suponen un enriquecimiento personal o pensamiento individual que nos haga mejores no sirve absolutamente para nada y mejor que seamos conscientes de esto. Lo bueno y positivo hace años que perdió la batalla en la horrorosa sociedad que vivimos-padecemos.

Distopías y bromas aparte el paso del tiempo ejerce extrañas contradicciones. Las escasas bandas actuales que optan por hacer música inteligente se intentan identificar cada vez más con la década de los 70´s tanto en sonido como en composición y son gente realmente joven. Son pequeñas y escasas alegrías, pero son de agradecer. Aunque la idiotez y la maldad es lo que controla y domina el mundo encontrarte de repente con bandas que parecen atemporales como es el caso de estos californianos Farmhouse Odyssey, nos hace replantearnos que quizás por el momento no está todo perdido. También es cierto que las cinco décadas que les preceden les han podido dar mayores argumentos y material de archivo con el que componer. Ya es un punto importante que no se hayan dejado infectar ni contaminar por las horrorosas tendencias musicales de la actualidad. Según leo la escasa información de estos músicos son cinco estudiantes universitarios que conocen lo que fue el progresivo, la psicodelia el jazz fusión y hasta el funk antes de que la espantosa música disco lo desvirtuase. Sus tres discos hasta la fecha no es un cómodo paseo para escuchar con despreocupación ni una previsible banda progresiva con los aditamentos familiares. Hay músicas que enganchan y otras necesitan algo más de tiempo. En la mayoría de ocasiones cuando escuchas un álbum actual del estilo ya predices por donde van a ir los tiros o anticipas el camino. Lo ves venir. El desafío que me encanta es cuando te obligan a escuchar con más detenimiento. Aquí tenemos el caso. Siempre me ha atraído lo imprevisible siempre y cuando no sean ocurrencias para parecer más cool, snob o vanguardista a la última. 

Ya en su primer homónimo de 2014 encontramos mucha leña que cortar o dicho de otra manera: complejidades e imaginación musical. Elaboradas secuencias de acordes y notas que no se deben a ningún estilo prog en concreto y una fluidez en la escucha que atrae al oyente porque duda que estilo está escuchando en realidad. No dudo que a algunos les parecerá un rollo, pero de seguro que al oído exigente le parecerá como mínimo curioso e interesante. Naturalmente la instrumentación es a la antigua usanza. El comienzo de temas como Cross The Deep parece sacado del Larks Tongues in Aspic mezclado con pinceladas canterburianas y extraños toques psych. Los tipos lo hacen estupendamente y se han empapado bien del concepto.

En “Rise On The Waterfowl” de 2016 ya nos damos cuenta que estamos ante una banda sumamente sofisticada con un delicado gusto instrumental y en un estilo en continua expansión argumental. Música a veces próxima al estilo británico jazz psicodélico de las proximidades de Kent que parece grabado en 1975. Ciertamente me hacen recordar a aquellos tiempos veinteañeros con el cerebro abierto a toda imaginación musical. Los casi 16 minutos de Speedbump Catalyst con ese piano de otras épocas es una agradable experiencia que mezcla tristeza y nostalgia. No es habitual encontrar este tipo de composiciones y sonido en el presente actual lo cual me reconforta, aunque sea momentáneamente.

Con la bonita portada de arte fluido acrílico aparece su último trabajo hasta la fecha “Fertile Ground” de 2019 pero ya han pasado más de seis años y puedo entender que haciendo esta música lo más fácil es tarde o temprano desaparecer. Nada dura eternamente. Lo bueno mucho menos. La música de esta gente es de elevada calidad y completamente al margen de la vulgaridad de los tiempos.

Alberto Torró



¿Te gustó el artículo? No te pierdas de los próximos artículos 



Vuestros comentarios son nuestra energía















Comentarios