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Puppenhaus – Jazz Macht Spazz (2009)

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 Una bestialidad de álbum que emerge de lo profundo del suelo para deleite de todos los amantes del Jazz Rock más desenfrenado e irreverente. Alemanes de pura cepa, gestores de los ritmos más intensos, vibrantes y creativos van entregados en copas de LSD mostrando su talento a tutiplén con una puesta asombrosa con mucho Crimson, con mucho Zappa, con mucho Colosseum. Cuna de la fecundidad progresiva en cuestión de arreglos. Entonados tributos de latón/bronce que hacen el viaje suculento. Flautas que cohabitan con los saxos dando ramalazos al cuerpo y el sabor dulce del ácido y el eclecticismo más puro logran producir al cuerpo una sensación muy cercano al éxtasis profundo, llámenlo "orgasmo máximum". Jazz Macht Spazz es una de esas obras que logran desprender virtuosismo de cabo a rabo Entre nosotros tenemos una exquisita obra maestra compuesta por una performance esmeradísima en donde se aprecian 3 puntos bien marcados: 1) Cambios de ritmos, 2) Arreglos virtuosos y 3) Pasajes

ANALOG SUNSHINE - The Mountain (2023 /AS)

 Que "la buena música es siempre buena música" empieza a ser un término relativo. Cuestionable. Si se produce fruto de IA (Inteligencia Artificial), es música engañosa. Música tramposa. Hecha a partir de datos HUMANOS previos, manipulados algorítmicamente. Fraude. Todo esto me viene a la mente cuando tengo que hablar de los norteamericanos Analog Sunshine.



Para empezar, prácticamente sin información.  Que un tal Tom Bolton lo hizo él sólo a partir de una convalecencia por accidente grave. Hay un batería que le ayuda, Glenn Welman, dicen. Esto puede rebajar la sospecha, de ser cierto. Las dudas más fuertes vienen cuando se asegura que cada tema viene acompañado por un trabajo visual hecho por Inteligencia Artificial.

Y quién no me dice a mí que la música también? Éste tipo de dudas llevan tiempo asaltándome.  Hasta el punto de que, de no tener plena seguridad de que sea música humana, hecha por el hombre,  me dedicaré a hablar de obras de anteriores décadas. O me pondré un tope temporal antes de la invención de la maldita cosa. Conste que el arte gráfico de éstos vídeos  es bonito, pero fácilmente discernible. O al menos yo lo distingo enseguida, cuando está hecho por IA. Tiene una estética particular para el inmediato agrado estético,  toda muy similar. Imagino que irá evolucionando. Pero en música,  la cosa se pone peliaguda. Démosle en éste caso la duda razonable a Analog Sunshine y su debut (que yo sepa), "The Mountain".

Producción privada USA de claros visos y aspiraciones floydianas.

"As the Miles Pass" (6'23) nos sitúa en los Floyd mid-70s, así como a alumnos aventajados alemanes como Eloy, Jane, Solar Project, los suizos Schizophonia o RPWL. Languidez vocal, floating organ, firmeza y gancho rítmico  y fina guitarra bluesy. Que olé por Tom Bolton y compañía si se lo curra él. "Crimson Plains" (5'16) sigue por ésos parajes desolados de surreal onirismo ideados por la Inteligencia Natural de Hipgnosis. Voz tratada con extraños filtros da un aspecto inquietante, casi de psicofonía. Los finales tienen un desconcertante acabado en brusco fader que no sé yo, Nick....

Ésa atmósfera de funeral cósmico persiste en "Broken" (5'27), con attrezzo kosmische en sintes y guitarra, cercano a Ash Ra Tempel. Space rock del siglo XXI con total herencia del XX y del que hacían en los 90 gentes como Krel, Mooch, Spacehead o Lands End.

"Between Two Worlds" (7'02) permanece en ése limbo stoned-heaven de magnética ingravidez y guitarra gilmouriana. Muy bien respondida por melodías sintetizadas de sello Rick Wright. Suena típico,  pero entra muy bien. Tal vez demasiado. Uno se va a los Eloy de "Ocean" cuando escucha "Life Goes On" (7'29), bien tocado y con el feeling adecuado. Head music bien resuelta, convincente, pero con clásicos clichés que puedes obviar y disfrutar, o criticar y censurar. Es buen space prog pero.......real? Ésa es la cuestión. Más ansiolítico Floyd tenemos en "Outcome Unknown" (5'30), impecablemente facturado. Demasiado perfecto? No en sus bruscos finales, insisto. Roger Waters firmaría algo tan depresivo como "In my Darkest Hour" (4'29) sin dudarlo mucho. Hasta el bajo obtiene aquí más preponderancia. En su oscuridad, es bonita. Vuelve el síndrome Frank Bornemann en "Downin New Orleans" (5'54) con voz femenina (o algo) al final, en plan "The Great Gig in the Sky". Cierra ésta sesión oculta y lunática "The Mountain" (6'38) en otro exponente "atributado" que suena como siempre, muy bien al oído. Demasiado. Esta será la primera y última vez que reseñe un disco nuevo sin garantías de estar hecho por músicos reales. Ustedes me disculparán, pero soy un defensor de la sinceridad y la honestidad. Y en arte, todavía más. 



No tengo ganas de convertirme en un enfermo paranoico.

J.J. IGLESIAS




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