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ANALOG SUNSHINE - The Mountain (2023 /AS)

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 Que "la buena música es siempre buena música" empieza a ser un término relativo. Cuestionable. Si se produce fruto de IA (Inteligencia Artificial), es música engañosa. Música tramposa. Hecha a partir de datos HUMANOS previos, manipulados algorítmicamente. Fraude. Todo esto me viene a la mente cuando tengo que hablar de los norteamericanos Analog Sunshine. Para empezar, prácticamente sin información.  Que un tal Tom Bolton lo hizo él sólo a partir de una convalecencia por accidente grave. Hay un batería que le ayuda, Glenn Welman, dicen. Esto puede rebajar la sospecha, de ser cierto. Las dudas más fuertes vienen cuando se asegura que cada tema viene acompañado por un trabajo visual hecho por Inteligencia Artificial. Y quién no me dice a mí que la música también? Éste tipo de dudas llevan tiempo asaltándome.  Hasta el punto de que, de no tener plena seguridad de que sea música humana, hecha por el hombre,  me dedicaré a hablar de obras de anteriores décadas. O me pondré un top

Bateristas en la sombra XI:Gar Samuelson

 Para muchos Gar Samuelson sigue siendo el añorado pulso rítmico de Megadeth y Fatal Opera, en lo que a la práctica del Heavy Metal y sus diversos sucedáneos se refiere. Otros siguen inhalando al Samuelson que durante la década de los ochenta deambulaba por la escena del Jazz y la innovación convexa. El caso de los inolvidables The New Yorkers, cuyo pequeño periplo de actividad dejó una intensidad injustamente exenta de la ilustración discográfica, fue entre otros proyectos uno de los ejemplos de profusa vitalidad por los que transitaba el lenguaje baterístico de este neoyorquino fallecido en Julio del año 1999. Y a pesar de que su muerte se refleja en dos fechas en diversos puntos de la red habitados por sedes especializadas en tendencias sonoras.



 Samuelson falleció el veintidós de julio del mencionado año 1999 con tan solo 41 años de edad. Su prematura partida hacia esa otra dimensión no cogió por sorpresa ni a fieles ni a curiosos. La vida de Samuelson no solo transcurrió detrás de diversos kits de baterías de diversas configuraciones, fuera de su oficio eligió quemar su tiempo en el reloj de un Dios… El que sea, como el baterista de Dunkirk estimó oportuno vivirla. Gar Samuelson era íntimo amigo de deambular por esquinas forjadas por aceras de ancha comodidad, pero sin provocar el menor estrépito a la hora de caminar sobre el asfalto. Nunca le cedió rastro al olfato del morbo y su indomable impertinencia para alimentar el aburrimiento de los hijos de la desidia y de otros activistas histriónicos. Por lo tanto, treinta y dos años después de su muerte sigue siendo recordado como un baterista contundente y sempiterno yonki. Y entre algunos de sus ex compañeros de travesía sonora en tiempos de actividades pletóricas de creatividad, no predominan estas impresiones. El guitarrista Chris Poland por ejemplo, siempre mantuvo un profundo respeto por Samuelson como músico y en el ámbito personal. Ambos mantenían una férrea afinidad sonora en la que el Jazz Rock y su vertiente europea con especial hincapié en países como Gran Bretaña y Alemania les sirvió como nutriente elemental inclusive años antes de su experiencia conjunta en The New Yorkers. 



Gar Samuelson se embadurna de la esencia de figuras como Robert Wyatt, Andy Ward, Chester Thompson y de otros disciplinados bateristas contemporáneos militantes en otros subgéneros progresistas como Clive Burr entre una extensa lista. La predilección de Samuelson por las semicorcheas y el rol de seis notas, estuvo patente en sus diversas prácticas sonoras. Al igual que su exquisito gusto y consecuente respeto por las figuras negras y la sutileza de marcar los platos con la técnica de dedos, habitual en batistas de los que aprendió como el caso de Chester Thompson entre otros. Obviamente Samuelson poseía una técnica más que depurada y un concepto avanzado del Groove perfectamente aplicable al Jazz, al Metal y a lo que le echasen porque su lectura musical era precisamente la musicalidad y la interpretación por y para sí misma. Nació para ejecutar la batería sin prejuicios y para evolucionar con el instrumento a merced de la disciplina. 



Treinta y dos años después de su muerte y en pleno siglo XXI donde los excesos de la interpretación llaman al pecado, otros precursores de cuando esta acción era una práctica bendita, forman parte de un oscura habitación aromatizada por el incógnito bálsamo. 

Luis Arnaldo Álvarez (Baterista  y Locutor profesional independiente






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