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Neal Morse - One (2004)

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 Tras el lanzamiento de un álbum tan grandioso como Testimony en 2003, muchos, incluyéndome, nos preguntábamos cuánto tardaría Neal Morse en alcanzar de nuevo semejante nivel de excelencia musical. La respuesta, sorprendentemente, llegó en tan solo un año, o mejor dicho, un año y un mes. Con One , Morse regresa con una obra maestra del rock progresivo, donde cada tema resulta verdaderamente inspirador y resalta todos los aspectos positivos del género. La épica "The Creation" abre el álbum con una atmosférica introducción de teclado y arreglos orquestales. La música cobra energía con la batería de Mike Portnoy , acompañada de teclados y guitarras que se entrelazan en una vibrante estructura sinfónica. El dinamismo en la interacción entre guitarra, batería y teclado es impecable. La voz de Morse, cuando entra, fluye de forma continua y nítida, apoyada por una batería dinámica y teclados bien posicionados. El uso del Mellotron en algunas transiciones añade una capa extra de sofi...

EDGAR WINTER – Jazzin’ The Blues (2004, Steamhammer / SPV)

 R&b, funk, jazz, swing... Parece que Edgar Winter con este Jazzin’ The Blues no nos quería privar de nada en 2004. Y es que así regresaba, tras su inspiradísimo Winter Blues de 1999, un Edgar completamente rejuvenecido, fresco de ideas pero sin querer separarse de la música que le ayudó a crecer como melómano. Unos ritmos, sonidos, cadencias que este instrumentistas sabe interpretar de forma inigualable, situándolo todo un escalón por encima de algunos movimientos revival que poco han conseguido en su campo.



Jazzin’ The Blues es el rincón perfecto para perderse, para dejarse llevar por la imaginación y sentirse en pleno recital en un club de Nueva Orleans. Y es que Winter no sólo tiene un toque único, ya que guarda el poso que dejan los años, algo que aporta a su música esa carga emotiva y sentimental que enseguida cala en el oyente. “Jazzin’ The Blues”, “God Did It” o “Brother Luke” se mueven entre el r&b más desarrollado o el jazz que inspirara en los ochenta a Chick Corea para montar su proyecto Elektric Band. 

Por otro lado, y sin separarnos del hilo conductor, también tenemos buenas muestras de funk relajado (“Hunk O’da Funk”) o de fusión latina (“Here’s 2 Guitars”). Así hasta cubrir una escalera de once tonadas, cuyos dos últimos escalones son las extensas “Keys To Kingdom” y una revisión jazzy a la british de su tremendo “Frankestein” (“Frankenstein (Frankie Swings)”), ambas juegos preciosistas con los soberbios desarrollos instrumentales que sólo la mente de Edgar podía parir.



Un disco sin peros, sin escusas, una obra de gran calidad que no tardará en ganarse adeptos a golpe de sensaciones sonoras. Un músico que no se escapa ante las nuevas modas para subirse a carros prefabricados. Edgar Winter ya lo hizo con delicias como Not A Kid Anymore, The Real Deal o el ya nombrado Winter Blues, y en 2004 regresaba dispuesto a repetir una hazaña que en un artista como él parece sencilla, un reto que sólo consiste en hacer buena música –que no es poco–.

por Sergio Guillén

sguillenbarrantes.wordpress.com











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