PROGRESIVO SIGLO XXI-22: Obiymy Doschu (Ucrania)
No sabría pronunciarlo. Cualquier idioma del este sea ucraniano, polaco ruso, esloveno etc son excesivamente complicados para nosotros. En lo personal siempre me ha interesado la música eslava. Principalmente clásica naturalmente. Lo que llamamos “música moderna” es un concepto occidental que incluso estaba prohibido en los años oscuros del telón de acero y es una verdadera pena.
Recuerdo en mis años jóvenes que escuchaba día sí y al otro también el Cuadros para una exposición de ELP recién editado y creía inocentemente e inconscientemente que probablemente habría bandas de rock sinfónico en la unión soviética que no se conocían en Europa. Una estupidez por mi parte llevada por el idealismo. Me costó librarme de la enfermedad de la esperanza y las utopías. Claro yo pensaba cual primaveras veinteañero que en la cuna y país de los ballets rusos de Diaguilev y Nijinsky, de Tchaikovsky y Rimsky Korsakov, Borodin, Tanéyev Mussorgsky, Rachmaninov, Stravinsky, Prokofiev, Shostakovich y tantos otros tendrían que existir bandas progresivas sinfónicas impresionantes. Que cosas de la imaginación y la bondad. Cuando yo pensaba incluso que aun dentro del ya entonces inestable mundo de la guerra fría y sus regímenes impenetrables probablemente insisto, quedaban cosas buenas como la creatividad musical que podían respetarse. Iluso de mí. La música “moderna” occidental era considera un “formalista veneno” para el pueblo y un enemigo del mismo. Por allí solo admitían a veces a Raphael (1971) ese era el nivel real. Solo a partir de 1989 llegó Elton John y alguno más en los primeros festivales como el Moscow Music Peace Festival o el Monsters of Rock
En definitiva, tuvo que llegar la década de los 90´s para que tímidamente con la perestroika y apertura a occidente empezasen a aparecer algunas agrupaciones de rock progresivo. No solo en Rusia sino también en los países satélite naturalmente. En el presente no ha mejorado sustancialmente la cosa, más bien al revés por razones geopolíticas y sociales que no vienen al caso y todos conocemos, pero siempre hay alguna sorpresa agradable.
En un panorama superficial y desagradable como el actual donde todo son etiquetas como alternative, indie, stoner, post, industrial, doom, power, speed, thrash, synth, dark, hardcore, death, ambient, dub y fartshit (este me lo he inventado) y con todas sus demás innumerables etiquetas variaciones y hermandades siempre “de negro y postura amenazante” añadidas en los astilleros de la metalbronca y otras descomposiciones-putrefacciones sonoras de cripta post apocalíptica. Es de agradecer-por lo inusual principalmente- el que aparezcan bandas y músicas con cierta delicadeza y sensibilidad que no estén elogiando constantemente la oscuridad y la maldad.
La violencia es tendencia. Ser aceptado y formar parte de la maquina significa agresividad, chulería, xenofobia, victivismo jeta, misoginia, reducción neuronal, rebeldías sin causa y desfachatez. Todo esto está reflejado en la música actual. El olor a mierda y lo chungo como tendencia y modernidad. Ser miserable gana puntos. Que se haga proselitismo en la degradación disfrazada de rebeldía para joder y elevar en la exaltación constante al “outsider” como si fuese un héroe o un “ejemplo a seguir es algo lamentable y ya sin retorno. El horror generalizado en todo está perfectamente diseñado en las redes sociales y esto hace que ser persona y gente con sentido común ya sea un acto de valentía. Ser a día de hoy normal es el auténtico “revolucionario” El que alguien sea mínimamente y repito “normal” hoy en el sentido inteligente y equilibrado del término, es realmente de agradecer y además desgraciadamente cada vez más raro.
Yo realmente tengo escasas esperanzas en gente con sensatez que haga algún tipo de arte que no degrade al ser humano más todavía de lo que está. Pero el “lado oscuro” es la tendencia ganadora. Además, como en el caso de la banda de hoy: hacer música hermosa en un estado de guerra y pesadilla diaria es casi inconcebible pero cierto.
Siempre he dicho que una cosa es la tristeza y la nostalgia y otro lo oscuro y amenazador. En música a veces los conceptos se confunden. La tristeza no tiene por qué ser desesperación. La desesperación y la amargura son patologías resultantes, sin embargo, la tristeza, el anhelo y la nostalgia son sentimientos que ya nos vienen de fábrica y hay que saber gestionarlos para no acabar en la locura. La música profunda siempre ha venido de la introspección y la tristeza y mucho de lo que consideramos “bello” o “hermoso” está completamente identificado con este concepto. La música clásica sin ir más lejos es uno de sus componentes. No el único. Hay ingredientes mucho más complejos y muy variados estados de ánimo.
Digo esto porque esta banda ucraniana toca la parte profunda del espíritu humano y su música es un hermoso ejemplo de lo que os acabo de explicar.
Obiymy Dochu es una creación del compositor y cantante Volodymyr Agafonkin, sin duda el líder de la agrupación. Su forma de composición es introspectiva y altamente emocional donde hay muchos elementos de neoclásica y neo folk en esa línea de “moderna música de cámara” o “rock de cámara” como dirían otros. El gusto exquisito siempre lleva a exquisiteces. Redundancia aparte. El refinamiento en música sin llegar a lo snob, clasista o prepotente es lo que define el nivel de inteligencia y complejidad en este arte supremo llamado música que sufre en constante degradación cada año que pasa. Cada generación que lo aniquila todo.
En 2009 aparece “Elehia” con una magnífica y preciosa portada invernal que ya nos indica su contenido. Vamos a escuchar acústicas, flauta, viola, violín, violonchelo, piano al lado de los instrumentos eléctricos habituales. La voz personalísima y subyugante de Volodymyr en su propio idioma nos adentra en un mundo particular altamente afectivo y preciosista, sin duda con elementos rock a veces intensos, más en el fondo que en la forma si escuchamos la guitarra eléctrica por ejemplo suena con cierta potencia, pero está utilizada con increíble pericia. Lo dramático, melódico y acústico prima por encima de todo y sí, hay tristeza y anhelo. Intimista y delicado a partes iguales.
“Son” de 2017 aumenta el número de instrumentos clásicos empleados. Un álbum largo de 72 mtos otra vez con extraña y sugestiva portada. La delicadeza y complejidad aumenta. Belleza dramática podría definirse, pero sin llegar a ser agobiante o angustiosa. Es tristeza depresiva sin duda. Como una especie de grito profundo pero que no te arrastra nunca a lo caótico o a la desesperación sin remedio. Es un sentimiento, pero no una invitación al suicidio. Es como decir… ojalá el mundo fuese esto y no aquello. No basta una primera escucha. Hay que tener paciencia y sosiego para escuchar esto.
“Vidrada” de 2025 y con una guerra terrible y absurda detrás es un extraño canto a la esperanza de esta pobre gente que está sufriendo lo indecible por una crueldad y ambición desmedida que no tiene sentido ni justificación posible. Cuando digo que mi esperanza en la condición humana es nula es por ver las barbaridades que nos hacemos la mayoría de las veces por diversión o interés. La única especie que mata por placer.
Este tercer trabajo, el mejor para mi gusto, tiene un mayor lirismo y hasta cierta esperanza y alegría. Hay canciones preciosas al igual que su portada. Sus ocho canciones poseen una delicadeza y perfeccionismo muy difíciles de encontrar con más de una docena de músicos implicados en un trabajo tan exquisito como imprescindible para gente con gustos elevados. Realmente emociona encontrar cosas como esta.
Alberto Torró


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