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PROGRESIVO SIGLO XXI-24: John Holden (UK)

 En plena pesadilla de la navidad y actuando como perfectos autómatas año tras año repetimos el mismo ritual absurdo de gasto, falsa alegría y locura colectiva para celebrar la época más deprimente y aborrecible del año, que para colmo se hace eterna. La inercia de la voluntad sin cuestionar nada. Nos juntamos con gente que no soportamos y para colmo hay que poner buena cara en un delirante teatro. No hay reflexión ni somos coherentes. 



En lo que respecta al tema que nos ocupa, en muy pocas ocasiones reflexionamos sobre la función que tiene o ha tenido la música en la historia. Pero más que eso lo que realmente hemos hecho con ella. A mi juicio los seres humanos apartamos por completo el sentido real de las cosas incluso desvirtuando la mayoría de las veces el sentido y la idea para que fueron creadas. 

La “utilización” del arte para cosas ajenas a él mismo ha sido la norma habitual en lo que podríamos llamar “modernidad”. Dicho de otra forma, el arte puro en sí mismo ya no existe. Ese concepto renacentista de buscar la belleza y la contemplación en si misma dejó de existir en cuanto empezamos a “usar lo que debería ser elevado” como un instrumento “utilitario” para otras cosas ajenas a ello. La música ha sido la que de mayor manera ha sufrido esa modificación probablemente porque al ser la forma más “abstracta” y no olvidemos que el “sonido es algo intangible” algo así como el arte puro, también es la más proclive a todo tipo de degradación y manipulación.

¿A donde quiero llegar con todo esto? Pues sencillamente solo hace falta observar lo que hemos hecho con ella y en general con todo lo mínimamente bueno y sensato. La utilizamos como marketing secundario para todo. De hecho, es simplemente un negocio sucio. Generalmente se utiliza para vender un producto. En su aspecto y terreno social o político es simplemente un arma para protestar, molestar, violentar, provocar. Ser vehículo para la violencia. Hacer apología de la mediocridad, la vulgaridad, la diversión barata y principalmente para volver idiotas y evitar que la gente “piense”. De esta forma nos olvidamos de que la música debería servir para hacernos mejores personas. Desarrollar la imaginación. Despertar el interés y en definitiva hacernos más inteligentes no más tontos.

Es tarde para todo. Esta reflexión solo sirve para recordar que utilizar la música y el arte en general para hacer visible la fealdad, la degradación, el horror, la maldad y las patologías del mundo es no tenerle ningún respeto. Más diría: no tenernos respeto ni a nosotros mismos.

Siempre queda gente. Es verdad. Ese reducto de irreductibles galos. Pero al final como reitero cada semana es un ejercicio de soledad. Probablemente de rabia contenida. De decir… “conmigo no cuenten”. “si quieren el precipicio vayan con delirante alegría, pero a mí déjenme en paz”. 

Va a ser que para ser mejores personas debemos de dejar de juntarnos precisamente con personas. Vaya frase. Buscar el refugio aislado y seguro… ¿Qué trabajo más difícil verdad?

A lo que vamos. El músico multi-istrumentista y compositor británico que nos ocupa muy probablemente haga música para “reinvindicar” de alguna forma lo dicho en el prefacio, la labor “natural” de que haciendo música seamos mejores y nos encontremos mejor en este desgraciado mundo.

 El rock progresivo y sinfónico es probablemente la única música que a día de hoy quiere preservar ese espíritu renacentista de que algo bueno debemos hacerlo mejor y de que como especie no involucionemos o al menos lo intentemos. Poca música rock está por esa labor. En realidad, nunca lo estuvo. Más bien lo contrario. La verdad es incómoda pero desgraciadamente realista.

John Holden, natural de Cheshire, Inglaterra, lo tuvo claro desde niño. En sus propias palabras: “desde que tengo memoria he tenido una conexión emocional con la música. En particular con el rock progresivo. La idea en que en lo interesante, potente, melódico, pastoral y vibrante no existen reglas ni límites siempre me ha atraído”. La idea de este hombre es la de enriquecer siempre la música y buscar el talento en la gente que lo acompaña.




Su álbum debut “Capture Light” de 2018 puede definirse como una conexión con el estilo neo prog moderno hacia su lado más melódico y elaborado y ha tenido facilidad para que gente bastante conocida del panorama ingles colabore en cada uno de sus trabajos. Apellidos muy conocidos que no voy a reproducir por simple y llana pereza. Para eso están los créditos. En realidad, no es sencillo encasillar el estilo sinfónico paisajístico de este señor. Hay mucha composición clasicista. Mucho desarrollo armónico. Podríamos compararlo al Oldfield cuando se pone serio incluso aparecen algunos pasajes a la The Enid, pasados por música religiosa y por momentos cinematográfica. No es fácil definirlo. Además la instrumentación es tan variada como caprichosa. La balanza clásica supera a las estructuras rock en casi todas las piezas. Mucho piano y mucha guitarra clásica y cuando aparece la eléctrica lo hace con respeto y sin chirriar. Evidentemente este señor no se olvida del rico legado folkie de sus tierras. Este primer trabajo es un suave paseo sin estridencias absolutamente melódico a veces triste, otras anhelante otras nostálgico, pero con una clara orientación hacia la belleza sonora. A veces en el tema título me parece escuchar incluso la hermosa música de un Chris de Burg perdida por alguna tranquila vereda de ríos calmos y húmeda vegetación. La calidad instrumental y compositiva está muy cerca de un Robert Reed o un Peter Jones que por cierto este último también colabora en el evento. Un álbum realmente precioso, con buenas y variadas voces ya que hay un montón de cantantes tanto masculinos como femeninos y una línea compositiva de los más elegante. No es un disco para gente impulsiva con problemas nerviosos o trastorno límite de la personalidad.



“Rise and Fall” de 2020 sorprende ya desde el inicio con esos amplios bloques orquestales y coros monásticos hasta que la voz solista de Peter Jones nos adentra en una pista de ensueño. La música y la ejecución es de una alta calidad poniendo el cuidado sonoro en cada detalle con precisión y no abandonando la emoción en ningún momento con el juguetón y fluido piano clásico muy bien coordinado con los rasgueos acústicos que rubrican una hermosa pieza de amplios paisajes. El álbum transcurre de manera similar. Altamente emotivo. Música para personas y caracteres muy determinados.

 La agresividad y el mal rollo del prog actual están por completo ausentes. Afortunadamente estamos ante un mundo imaginario paralelo e imposible. Algo es algo. No tendría precio un mundo así en la realidad. La música es amable, hermosa. Parece querer decirnos lo diferente que sería todo si el ser humano utilizase la inteligencia y la bondad. El lirismo se desborda en cada pieza: “The Golden Thread” cantada a dúo entre Joe Payne y Lauren Nolan pone la carne de gallina con una música que parece sacada del clasicismo sinfónico victoriano. Una maravilla de canción. Los sinfonismos algo más oscuros los encontramos en la siguiente cinematográfica pieza colocada para contrastar con lo anterior pero no baja el nivel en absoluto. Pocas veces encontramos un equilibrio entre lo solemne, lo melódico, lo inquietante y lo descriptivo. Las diferentes voces son extraordinarias y la melodía protagonista absoluta en la música realmente bella de este hombre nos reconforta y nos ofrece una tímida esperanza. 



En “Circles in Time” de 2021 entra mucho más animado que el anterior más cercano al prog familar y también a la fusión. Cambian los cantantes. Aparecen pianos eléctricos, sonido de metales y un ligero perfume bluessy jazzy. Considerable cambio con el disco anterior pero el encanto no desaparece porque el gusto exquisito en la composición lo impide. Las melodías se tornan más alegres pero son igualmente irresistibles y encantadoras. “The Secret Of Chapel  Field” tiene momentos cautivadores y hermosos en línea parecida al anterior disco pero lo que descoloca es la siguiente “Dreams Of Cadiz”. Una especie de homenaje a la música española y al flamenco que podría parecer un dislate aflamencado fuera de tono, pero el caso es que está tan bien hecha que por momentos me acuerdo de Falla, Rodrigo y Albeniz. Está construida con tal elegancia y “embrujo” como dirían los expertos que merece respeto. Este señor británico tiene un sentido de la belleza absoluto. Las melodías y el sentimiento agradable continúan en cada pieza. Al final nos vamos a una suite de 19 mtos “KV62” que nos narra el descubrimiento de la tumba del faraón Tutankamón. Un épica ambiciosa, de corte cinematográfico con mucho teclado y sintes que emulan una orquestación real. Para mi gusto la narración sobra. Siempre sobran las narraciones o las partes habladas en la música. Es cansino y aburrido. La pieza quiere tener un toque exótico y es algo diferente a lo anterior. No es lo mejor del álbum. Muy teatralizado y algo exagerado posiblemente pero afortunadamente la calidad del producto no lo arruina. Tiene partes y partes pero algo no termina de cuadrar.



Nos vamos a “Kintsugi” de 2022. Va disco por año. No está mal. La temática histórico-descriptiva de película épica se inicia con “Achilles”. La estructura es completamente clásica llena de romanzas y ambientes al uso. Exuberancia sería un adjetivo acertado quizás. Arabescos y ciertas líneas exóticas se combinan de nuevo pero la composición está más centrada que en la suite del anterior. Si no te van los sinfonismos que te recuerden a los Renaissance de las mil y una noches o a los The Enid no te aconsejo que sigas. Si eres un recalcitrante grandilocuente como yo tira millas y adelante. Se le dan muy bien las canciones más cortas con voces folk femeninas. Ahí se encuentra lo verdaderamente encantador del señor Holden eso sin desmerecer sus largas diatribas instrumentales que también. Sin embargo, a veces lo más simple y sencillo siempre nos acaba emocionando más. La bonita canción título la desgrana el bueno de Peter Jones. Sin duda una de las mejores voces del prog melódico actual que no pasó desapercibida al señor Andy latimer ni a mister Robert Reed. Este disco es bastante variado y tiene vericuetos atractivos. En realidad hasta el momento todos los trabajos de este señor los tienen. 



“Proximity and Chance” de 2024 vuelve a las estructuras neo-prog más animadas y electrónicas que conectan más con el oyente “rock” y con algunas fanfarrias a lo ELP y sí, por supuesto lo descriptivo y cinematográfico siguen dando esa “amplitud” a su música. No obstante habría que darle más escuchas a cada disco de este señor para poder hablar con más exactitud. Se necesita paciencia porque detrás de mis palabras hay un exhaustivo trabajo que debería hacerse con más calma.



Termino con “The Great Divide” lo último de 2025. Perdonad que me haya alargado más de lo habitual, pero es que había mucho tema por delante. En su último disco reduce a media docena sus colaboradores habituales. Efectivamente había cifras de gente que rozaban la veintena en discos anteriores. Conformo escucho el disco voy escribiendo esto y la verdad es que su continuidad conceptual es siempre la misma. Es difícil decir que trabajo es mejor que otro. Repito que habría que dedicar el suficiente tiempo para escucharlos con detenimiento. Por lógica la calidad técnica va subiendo enteros. Fantástica aquí la guitarra solista. Finura y elegancia que no falte. Las melodías siempre hermosas. Delicado estilo es la tónica general y esas magníficas voces femeninas que aparecen en todos sus trabajos. En definitiva, esta música es para la buena gente. La tranquila e inteligente, la generosa, la reflexiva, la educada, la amable, la bondadosa, los que aman la belleza… la que apenas queda.

Alberto Torró




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