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MIGUEL MORALES: La campechanía elegante (Entrevista 2012)
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Miguel Morales es, ante todo, un verdadero amante de la música. Nacido en una familia que daría artistas notorios para la escena nacional como Junior o Ricky Morales, desde muy joven comprendió que tras una buena canción se podía esconder tanto la felicidad como el futuro. En pocos años, y una vez pisando la profesionalidad, pudo tratar con sus hermanos de igual a igual en cuanto a méritos alcanzados en la industria se refiere. Instrumentista inquieto, Miguel ha formado parte de agrupaciones tan necesarias en nuestra historia pop como Los Brincos o Barrabás. Además de trabajar junto a África Paredes en el nuevo artwork de la reedición del Eterna Juventud de Brincos que se publicó en 2017 –al igual que de su CD solista De Corazón–, tuve el honor de poder entrevistarlo en 2012 para repasar una vida colmada de momentos insustituibles.
¿Qué recuerdos familiares te vienen a la mente cuando piensas en tus primeros amores por la música, cuando viste que aquellas canciones que oías también podrían ser algo que en un futuro ejecutases cual instrumentista?
En principio, siempre me atrajo la música. Yo era el DJ de los guateques de mis hermanos pues llegue a tener buen pulso para acertar en los surcos de las canciones preferidas en los vinilos. Empecé a tocar la guitarra clásica con un profesor particular que nos daba clases a los tres hermanos. Yo tendría unos ocho años. Al cabo de un tiempo empecé a fijarme en ellos, que practicaban en casa, y tomaba nota de los distintos ritmos y acordes para poder hacerlo luego, cuando me dejaban solo con nuestra guitarra de clavijero de palo; lo pasaba mal cuando se desafinaba pues no tenía suficiente fuerza en las manos para luchar con aquel clavijero. Luego te ponías el disco que querías tocar y lo hacías a la vez para coger bien el ritmo. En casa, durante las fiestas de mis padres, siempre ha habido música de fondo. Ya digo, siempre me gustó la música, desde edad muy temprana.
Situémonos en los primeros años de Los Brincos con la formación original. Tu hermano Ricky y tú veíais que Antonio estaba llegando a unas cotas de popularidad y reconocimiento impensables en aquellos tiempos en nuestro país para un grupo eléctrico; mucha más que la que alcanzo en su paso por Los Pekenikes. Vosotros, como sus hermanos y amantes de las nuevas músicas que llegaban de fuera de la Península, ¿cómo veíais toda aquella situación y de qué manera os hacía sentir?
Antes de que salieran Los Brincos, ya los conocíamos porque ensayaban en casa con dos guitarras de palo y haciendo sus voces en armonía dirigidas por Maryní Callejo (ex Los Brujos). Ella les echaba una mano en la construcción de los temas. Presentíamos que algo gordo se estaba cocinando. Quiero señalar el gran carisma que tenían tanto Fernando Arbex como Juan Pardo; creo que sin ellos dos, el grupo nunca se hubiera formado. Cuando empezaron a salir en la televisión todos los días al mediodía (Sonría, Por Favor), enseguida se hicieron muy populares. Yo presumía de hermano en el colegio; bueno, también presumía de Ricky, que estaba en Los Shakers y era un gran guitarrista solista. La salida de Los Brincos estaba bien planeada desde un principio: un grupo español con sus propias canciones y de varias voces, pues cantaban los cuatro. Además fue la correcta respuesta al grupo anglosajón The Beatles que pegaba mundialmente y del cual yo era uno de sus primeros fans. Sus canciones eran fáciles de tocar. Yo he sido un privilegiado al poder vivir la formación y preparación del grupo de mi hermano Junior, Los Brincos.
Saltemos ahora a tu entrada en Los Brincos. Ricky ya estaba en las filas del cuarteto y, cuando se requiere de tu presencia y talento, los seguidores del conjunto descubren que es debido a la salida de Vicente Martínez. ¿Fernando Arbex había hablado algo contigo antes de la partida del guitarrista citado? ¿Había intentado que te enrolases en la banda viendo pronta la partida de Vicente?
Cuando Ricky, Fernando y Manolo me propusieron el entrar en la banda, yo no me lo podía creer. Era el grupo de mis sueños y acepté al momento. Vicente tenía que hacer el servicio militar y el grupo no podía esperarle, ante todo por los compromisos con la casa de discos y por las actuaciones que tenían que cumplir. Enseguida les cogí el ritmo, pues conocía las canciones y sólo tuve que practicar más las voces. Siempre hacía las voces altas junto con Manolo. Con él sigo teniendo una gran amistad y nos vemos para tomar unas cervezas siempre que podemos. Creo que fue Fernando el que le dijo a Vicente que yo le iba a sustituir. Vicente siempre fue un músico excepcional y yo le respetaba mucho desde sus días en Los Shakers.
¿Es cierto que en aquella época a tu hermano Antonio y a Juan Pardo no les sentó muy bien que te unieses a los que antes habían sido sus compañeros de armas?
En efecto, tanto a Junior como a Juan no les gustó que me fuera con Los Brincos ya que ellos tenían una especie de guerra fría con el grupo por culpa de Fernando. Él se dejaba querer en las entrevistas y, claro, al dúo le sentaba mal que quedara Fernando como una especie de líder. De hecho, al dúo le hubiese gustado que el grupo se hubiera deshecho al separarse ellos dos; pero tanto Fernando como Manolo no tenían la culpa de que ellos se quisieran separar y creo que hicieron bien, pues de no ser así al final no hubiese entrado en Los Brincos. Un año antes de tocar con Los Brincos, estuve de solista con Juan & Junior y viví también el gran éxito que el dúo tenía en aquellos tiempos.
¿Qué fue de Cocktail? Para los que no conozcan la banda, ¿podrías hablarme un poco de ella y de su nacimiento cual grupo completo?
El grupo que llevaba el dúo Juan & Junior lo componíamos José María Moll (español), David Waterstond (escocés), Bill Robinson (inglés) y yo, que soy medio español y medio filipino, por eso nos pusieron de nombre Cocktail. Al enterarse mi hermano y Juan de la propuesta de Brincos, me dijeron que nos iban a grabar un disco y que nos lanzarían; pero yo tenía muy claro el entrar en Brincos y desistí de seguir con Cocktail. De hecho, nunca llegamos a tocar en directo como grupo individual. Con todo y eso, no dejamos de perder la amistad entre nosotros.
Una anécdota que sucedió cuando estaba con Juan & Junior es que “Lola”, de Los Brincos, fue ese año la canción del verano. Juan decía que era la canción del detergente ESE (u OMO), porque la letra decía: «lávese en la cara, lávese en la boca...» –en relación a la letra original que reza de la siguiente manera: «la besé en la cara, la besé en la boca»– y nos reíamos un poco. Incluso ahora cuando la canto me acuerdo de aquello y sonrío.
A ti te tocó presentar los temas de Contrabando en aquella etapa de transición, en ese camino por la experimentación que daría fin en el magnífico Mundo, Demonio Y Carne, en el que ya estarías integrado al cien por cien. ¿Qué piensas que ofreciste al conjunto en el campo de la técnica a las seis cuerdas en lo que fue tu llegada a Los Brincos?
Fue tan prematura mi entrada en Brincos que la discográfica sacaba el elepé Contrabando, que lo había grabado Vicente, y yo salí en la portada. Un dibujo de Iván Zulueta donde estábamos los cuatro dentro de un coche de Eliot Ness. Nada más entrar en el grupo, Fernando me dijo que tenía que ponerme las pilas porque tendría que componer como hacían ellos. Compuse “Esa Mujer” para el vinilo Mundo, Demonio Y Carne, que les gustó mucho. También hice temas como “El Domingo”, “La Fuente” o “Gracias Por Tu Amor”, en donde Manolo siempre me echaba una mano con las letras; vamos, que normalmente el letrista de mis canciones en español era Manolo González. Mi contribución en los Brincos, más que de guitarra fue de voz, pues era mi fuerte –aunque las guitarras rítmicas siempre las metía yo–.
Mundo, Demonio Y Carne es, valga la redundancia, un mundo aparte, otro universo. Un elepé rico en detalles, en ideas, muy evolutivo y adelantado. Ya olía a esa psicodelia en busca del rock progresivo. ¿Qué me puedes contar de su gestación?
Cuando hicimos Mundo, Demonio Y Carne ya entraba un quinto elemento en el grupo que fue Óscar Lasprilla. Un colombiano que traía mucha influencia de Cream, el grupo de Eric Clapton, y desde luego se notaba en su aportación a los temas de dicho elepé. A partir de ahí coincidió con el cambio de estilo que no fue bien visto por la compañía, pues quería seguir teniendo los mismos éxitos que al principio, pero eso era un imposible pues ya no se darían las mismas circunstancias ni el mismo empeño. La grabación la hicimos en Londres y se vino de arreglista Augusto Algueró, que intervino en varias canciones –“Esa Mujer”, entre ellas–. Lo pasamos muy divertido pues algunas partes nos salieron de la improvisación en el mismo estudio. La portada del disco fue censurada ya que salíamos los cinco medio desnudos, pintados por el gran Claudio Bravo, un verdadero genio del impresionismo. Era un elepé doble y aparecíamos desnudos de frente, y en la contraportada igual pero de espaldas. Al final sacaron en España una especie de cerebro en descomposición que no tenía nada que ver con el tema.
¿Cómo llegó el final de Brincos? ¿Qué sentiste en aquel momento y qué futuribles te planteaste antes de saber un tiempo después que Fernando tenía pensado dar vida a Barrabás?
El final de Brincos llegó porque teníamos otras inquietudes musicales y no casaban con la antigua imagen del grupo. Fernando también estaba muy ocupado con sus producciones y buscaba otros horizontes dentro de la música. Ricky y yo igualmente teníamos la oreja pegada a las cosas que se hacían en Estados Unidos y nuestros gustos iban por ese camino. Mientras Ricky y yo componíamos por nuestro lado, Fernando formó Alacrán con Óscar Lasprilla e Iñaki Egaña. Óscar se fue para vivir en Londres y el trío no hizo ninguna actuación. Fernando nos quiso repescar a Ricky y a mí porque sabía de nuestras inquietudes, por lo que empezamos a hacer temas y grabarlos en los estudios de la RCA, que estaban en la Castellana –nos pillaba a todos muy cerca de casa–. Allí se gestó Barrabás. Junto con el gran músico cubano Tito Duarte, que dominaba toda la percusión y también los vientos (flauta y saxos), y con Iñaki de cantante, nacieron temas como “Woman” y “Wild Safari”. También intervino el portugués Joao Antonio Vidal en los teclados. Fernando tocó la batería en ese primer vinilo, pero nunca llegaría a tocar en directo, ni en otras grabaciones de la banda. Era la mente en la sombra.
¿Podrías describirme con pocas palabras lo que significaron para ti las diferentes etapas de Barrabás acotándolas por años o por periodos de tiempo concretos?
La verdad es que en Barrabás experimenté nuevas sensaciones, como tocar el bajo y cantar a la vez, aunque fuera en los coros –ya que teníamos cantante solista–. Enseguida me acoplé a los temas de Fernando, pues su instrumento era la batería, y la batería con el bajo siempre van juntos y son la base de cada canción.
La primera etapa de Barrabás (1971) se puede decir que fue el lanzamiento en España, ya que grabamos en Madrid (estudios de RCA) y desde aquí nos empezamos a dar cuenta de la aceptación del grupo, que en un principio se creía que era extranjero ya que cantábamos en inglés. Se comenzó a escuchar a menudo en las discotecas. Lo llamaron “Música Caliente”, seguramente por nuestro cubano Tito Duarte. El padre de Tito, Don Alberto, que también trabajaba en la RCA, nos traía noticias de cómo iba marchando el grupo, sobre todo en Sudamérica; allí estábamos llegando a los primeros puestos de las listas.
El segundo elepé, Soltad A Barrabás, lo grabamos en Los Ángeles con Humberto Gatica como técnico del estudio. Le encantó el grupo y a nosotros el ambientazo de la ciudad –musicalmente hablando, claro–. Aunque después lo cambiaría por Nueva York; ésa sí que era y es una ciudad fascinante que también enamoró a Fernando, que era nuestro productor. En Nueva York haríamos el resto de grabaciones, al menos hasta el 76, que es cuando se disolvió el grupo –justo antes de firmar un gran contrato con un mánager americano–. Cosas de la vida.
En el 73 hicimos una impresionante gira por Centro y Suramérica, donde pudimos comprobar el éxito del grupo y el contacto tan cariñoso de la gente latina. Allí nos comparaban con Carlos Santana, y para mí aquello ya era una pasada. Siempre he echado de menos no haber vuelto por esos países, aunque en el 86 regresamos pero solamente a Colombia.
¿Dónde crees que residía la magia de Barrabás y la chispa para triunfar con tamaña soltura fuera de nuestras fronteras?
Quizás la magia que resultó del éxito de Barrabás fue el costoso trabajo del tratamiento de los temas cuidando todos los detalles, la visión clara que tenía Fernando de saber lo que quería y de los músicos que utilizaba, que éramos nosotros mismos. Nunca dejamos que grabase gente que fuera ajena al grupo; bueno, únicamente en dos ocasiones: un solo de Michael Brecker en una de mis canciones, que le salió redondo y a la primera (“Do It”), y en otro tema de Tito Duarte que lo tocó Raymond Gómez (guitarra solista), músico que formó parte del grupo español Los Pop Tops.
En su momento, los hermanos Morales os planteasteis un proyecto musical familiar en el que estaría Antonio, Ricky y tú. Al final, si no me equivoco, no pudo ser. ¿Fue culpa de la industria, de las discográficas?
Sí, nadie lo sabe, pero una vez tratamos de hacer un trabajo entre los tres hermanos. Estuvimos unos cuatro meses encerrados en casa de mi hermano Jun en Torrelodones y llegamos a hacer como treinta o cuarenta temas, o al menos unos esbozos amplios de canciones. Pero nuestra sorpresa llegó cuando hicimos una sesión con un jefe de una disquera para presentarle los temas; nos dijeron que lo que buscaban eran canciones como los primeros Brincos, lo que nos dejó chafados después de la paliza que nos habíamos metido. No tuvieron nada de vista pues los temas de los Brincos ya los haríamos en los directos, y nos podían haber dado algo más de confianza y después ver los resultados. Pero todo quedó en nada. Creo que la culpa recae en ambos: unos, por esperar mucho del sello, y los otros, por no ver más allá.
Visto con el paso del tiempo, ¿piensas que el CD de 2000 Eterna Juventud debe tratarse realmente como una obra de Los Brincos, aunque venga firmada como tal, o es mejor entenderlo como un proyecto tuyo y de Arbex?
Eterna Juventud es un recuerdo hermoso, pues resultó el último trabajo de Fernando y lo guardo con un cariño especial –además de haberlo hecho en los estudios de Carlos Sartorius, que es un tío fenomenal, como para llevártelo a tu casa–. Pasamos ratos francamente buenos en un ambiente muy familiar. Sí creo que es un trabajo hecho sólo entre los dos, exceptuando la ayuda de Pau Santa Catalina en los teclados y violín, que también hizo algunas voces. Se puede decir que es un trabajo hecho por Fernando Arbex y Miguel Morales, dos de Los Brincos. Sí, hubiese sido más correcto ponerlo así.
Por último, me gustaría que me nombraras cinco de los temas que más te ha gustado tocar a lo largo de tu carrera profesional y las razones de cada elección.
Las canciones que más me gustaron fueron, en orden de importancia:
“Mejor”: Por ser una pieza que engancha desde el principio, con su riff de guitarras, y por su ritmo, que te envuelve y que lo cantas con una sonrisa en los labios.
“Wild Safari”: Por lo que significó tocar en un gran grupo con músicos de la enorme talla de Ernesto “Tito” Duarte y por los recuerdos de las giras americanas.
“Lola”: Porque en la actualidad la cantamos con el público en nuestras galas y es una auténtica gozada.
“Un Sorbito De Champagne”: Por la misma razón que la anterior, y es que el público canta el estribillo y nosotros les hacemos el playback.
“I’ve Got The Blues For You”: Porque me gusta cantarla con el sentimiento blues del gran Gary Moore.
por Sergio Guillén
sguillenbarrantes.wordpress.com
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