PROGRESIVO DEL SIGLO XXI – 21: Wobbler (Noruega)
Ya sé que las tierras vikingas aparecen asiduamente por estas páginas y tampoco sabría explicar el motivo por el cual un estilo tan exclusivo y especial como es el prog sinfónico tiene tanto arraigo por esas frías tierras del norte cuya apariencia siempre se nos antoja como fría y dura.
De una música “en apariencia” tan emocional y entretenida podría pensarse más propia de países cálidos, afables, comunicativos, sonrientes como más mediterráneos. Pues no. Seria curioso hacer un estudio antropológico y psico-social de las formas y raíces musicales. La historia nos lo desmiente. Curiosamente la música más profunda, lírica y compleja no viene de sociedades “animadas, festivas y felices”. Al revés de lo previsible las mejores músicas siempre surgen de la tristeza, la inquietud, la soledad, la pérdida de algo y hasta de la amargura. Por supuesto también de la inteligencia. Pero no os confundáis. Esto no quiere decir que la música surgida de la desgracia suene precisamente a desgracia. Suele ocurrir lo contrario. Suelo poner el ejemplo de Piotr Tchaikovsky. La vida cotidiana del famoso compositor ruso fue un infierno con varios intentos de suicidio sin embargo su música era completamente amable y luminosa. A poco que uno estudie la historia de la música puede darse cuenta de esto. La imaginación del compositor (no siempre, que conste) tiende a expresar un mundo idílico imaginario muy contrario a su experiencia realista o a su vida cotidiana. Es como un alter ego del deseo. Algunos compositores clásicos decían, no sin razón, que no había ninguna necesidad de expresar lo feo y vulgar en música. La realidad ya es bastante horrible como para encima expresarla en arte. Esto no siempre se cumple evidentemente. La actualidad se encarga de vomitar toda la mierda posible en todas las corrientes “artísticas”.
Cierto es también que la mayoría de lo que escuchamos es completamente superficial, festivo, animado. Una especie de “verbena de la felicidad”. Entretenimiento de “usar y tirar”. La glorificación de la vulgaridad. He llegado a escuchar hace unos días comparar a Rosalía con los Beatles. Los caminos del altísimo son inescrutables y los niveles de sabiduría en la evolución de la especie me dejan extasiado. Lo curioso es que nos lo venden como lo mejor y el no va más y comprobar que una inmensa mayoría lo asimila como estándar de calidad me deja muy claro cómo va a terminar todo esto.
Históricamente todo lo bueno y “minoritario” acaba teniendo su particular valor. Lo que esto durará en el tiempo es impredecible. No albergo ninguna esperanza porque en lo que canta un gallo no habrá música de la que hablar. La inteligencia artificial y el control absoluto de todo es lo que marcará el futuro inmediato. Si antes ya nos parecía que el mundo es un lugar horrible alienante y falto de libertad ni te cuento lo que nos viene encima.
Un 20% de las generaciones nacidas en este siglo XXI añoran los tiempos de Franco y un porcentaje incluso mayor de población preferirían vivir bajo un gobierno totalitario. No solo en España ocurre esto, en los demás continentes también lleváis la misma cruz y destino. Nada más que añadir. Lo anterior en comparación nos va a parecer algo maravilloso.
No sé el tiempo que nos queda de poder oír música de calidad y de mantener cierto comportamiento civilizado como últimos coletazos del humanismo y la inteligencia. No mucho. Me alegro de tener la edad que tengo porque ya queda menos de suplicio. Antes de que todo desaparezca: libros, música, arte, cine, pensamiento crítico, humanidades etc… agotaremos el tiempo, y si nos dejan, lo mejor posible.
Wobbler es un quinteto en la línea “vintage prog” que se crea en 1999. Es decir una banda que inaugura el siglo actual con las premisas del pasado. Salvo que todo sea “sampleado”, por fortuna poseen esos instrumentos de teclados “vintage” que no sé de donde los sacan. Antaño valían una fortuna y hoy igual están en polvorientas tiendas de segunda mano o de quien los han heredado para hacer sus discos. Imagino que también poseen a un buen técnico en electrónica de mantenimiento porque esos bicharracos se estropean con el tiempo. Además, tienen una amplia gama de instrumentos acústicos y analógicos variados. La sana envidia es que pueden hacer y grabar la música que les da la gana y que adoran.
Hasta 2005 no graban su primer Cd: “Hinterland” creo recordar que tuve el original y no me entró a la primera. Temas larguísimos. Uno de 27 mtos. Y dos más de 12 y 15 respectivamente. Al igual que las bandas modernas tipo Transatlantic o Spocks Beard, la acumulación de motivos, cambios y estructuras marean bastante. El problema que veo en la mayoría de estos grupos es que necesitarían poner “en orden” las ideas que se amontonan en las composiciones. Estupendamente tocadas a nivel técnico sin duda pero problemáticas en ofrecer “el relato” con cierta coherencia en el desarrollo. Una pista: las antiguas suites y sus melodías se nos quedaban en el cerebro. Ahora no hay una melodía poderosa que haga eso. Haced la prueba solo por curiosidad. Al crear una pieza musical tiene que haber una idea melódica fuerte y definitiva. Unos desarrollos con melodías alternativas que refuercen la idea o “leiv motiv” como se dice en términos clásicos y posteriormente unos desarrollos con variaciones que sustenten una armonía general que refuerce la arquitectura sonora.
Una composición perfectamente estructurada es el talón de Aquiles de la mayoría del prog actual. No me refiero a términos de calidad técnica que la tienen de sobra, sino de conseguir “una historia sonora bien estructurada” con principio y fin. La mayoría del prog actual son retazos de ideas unidas en un puzzle inconexo que cogen un poco de aquí y otro de allá y casi nunca terminan de manera lógica. En absoluto estoy en contra de los “caprichos” musicales y de las ocurrencias instantáneas, pero me temo que una pieza raramente organizada o mal estructurada pase al recuerdo de quien la escucha.
“Afterglow” de 2009 es un trabajo de escasos 34 mtos. Con un breve inicio medieval, el disco continua con esa niebla espesa de densidades instrumentales y rugidos analógicos típicos del Hammond, el Moog y el mellotrón que son un eco de mundo antiguo. Ese sonido de primeros setentas que tanto complace a estos señores de tierras vikingas. Momentos arpegiados de guitarras se mezclan con densas capas de mellotrón y órgano me recuerdan bastante a los suecos Anglagard y a esas atmósferas inquietantes crimsonianas de los primeros discos. Alguna flauta y retazo folkie y bastante tristeza generalizada.
“Rites at Dawn” de 2011 tiene críticas de cinco estrellas y se dice que tienen un sonido parecido a los Yes del Fragile. Si que es cierto en parte. Además me pregunto cómo consiguen sonar prácticamente igual que una banda en 1971 , voces incluidas. Un viaje retro absoluto y como ocurre con todas las bandas que calcan el pasado se echa en falta la originalidad. Sin embargo, reconozco que resulta tremendamente agradable escucharlos. Reconozco también que estas vertientes neo-retro están pensadas para gente de mi generación a los que se les atraganta tanta vitamina metalera ruidosa. Nada que objetar salvo la ausencia de sorpresa. Este disco es más entretenido que los anteriores. Más centrado en la composición y en la estructura. Dominan muy bien los ritmos complejos y los variados cortes de tempo. A veces parece estar oyendo a Chris Squire en el bajo incluso voces a lo Gentle Giant.
“From Silence To Somewhere” ya en 2017 y nuevamente temas largos en una banda en completa evolución hacia mejores planteamientos y mejor música. Se nota una maduración en las composiciones. Las carreras teclísticas ya desde la primera suite homónima hará las delicias del oyente maduro y las melodías desarrolladas son cada vez mejores. Mayor riqueza instrumental igual a mayor satisfacción de quien escucha. Pasajes de corte medieval van cruzándose entre una amalgama a lo Yes, Jethro Tull y Gentle Giant que acaban resolviendo a lo EL&P y que armonizan con bastante acierto. Importante: no aburren. Lo que peor llevo en música es el mortal aburrimiento y eso suele pasar con frecuencia.
Su carrera se paró de momento en 2020 con “Dwellers Of The Deep” con cuatro largos temas que son prácticamente una evolución de todo lo anterior. Cada vez mejor estructura y mejor composición y no se alejan de los primeros años setenta como norma establecida ya desde sus primeros trabajos. Intuyo que cada disco es una continuación ascendente de lo anterior y eso está francamente bien. Es la actitud correcta. La forma sensata de actuar. Las composiciones se superan de un disco a otro y en consecuencia la escucha es cada vez más satisfactoria. De momento siguen en silencio.
Alberto Torró


Comentarios
Publicar un comentario