Ardo Dombec – Ardo Dombec (1972)

Olvídate del krautrock galáctico, los sintetizadores voladores y las odiseas en LSD. Esto no es Tangerine Dream, esto es una pelea de borrachos en una cervecería de Hamburgo con saxofón afilado y batería que suena como si patearan un motor diésel. Ardo Dombec no hace música para flotar: hace música para tropezarte con un adoquín, abrirte la ceja, y que el ritmo siga sangrando por ti. Su único disco es una anomalía: demasiado sucio para los puristas del jazz, demasiado técnico para los salvajes del garage, y demasiado alemán como para importarle todo lo anterior. Suena como si Zappa se hubiese cruzado con Can en un taller mecánico y hubieran grabado con resaca. Guitarras que escupen aceite, saxos con mala intención, y una batería que parece haber aprendido a tocar en medio de una huelga de transportistas. Cada tema es una curva cerrada en una carretera sin señalización, con humo negro saliendo del capó y un loco gritando indicaciones desde el asiento trasero. No es bonito. No...