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CHRISTOPHE POISSON - Music Sky (1985-1997/ Gazul)

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 Nada se sabe del francés Christophe Poisson y nada se hubiera sabido, si no se hubiera rescatado a título póstumo éste "Music Sky" que grabó en 1985. En 1986 Poisson muere brutalmente a los 33 años. Dejando éste legado para la posteridad, que Gazul desempolvó con todo acierto. Le acompañaban Alain Gaubert (guitarra), Philippe  Gisselmann (saxo soprano), Gil Garenne (synths, computadora, drum machine) y Christophe Poisson en composición,  arreglos y ejecución (imagino que de teclados). El inicio de "Messe K" (12'07) induce tenebrismos experimentales muy cinemáticos. Con marcada influencia contemporánea que puede ir de Stockhausen a sus paisanos Heldon. Conseguidas percusiones, guitarra en vuelo rasante y fondos de oscuridad no apta para flojos de mente. Es una sensación grupal equivalente a Embryo, Popol Vuh, Kluster, Peter Frohmader, Dissidenten o Brave New World. Teclados y guitarra tejen una telaraña krautie de sorprendente calado emocional. Muy sugerente. &q

CAN - TAGO MAGO (1971)

Corría el año 1976, el aquí presente 22 añicos tenía entonces. Yo compraba el Disco Expres de manera habitual desde 1969, la única revista de formato periódico en blanco y negro que existía en España con ciertos visos de “modernidad y enrolle musical” y que tan temprano apareció en nuestro país. Los más mayores recordareis también: “Popular 1” o “Vibraciones”. Fueron los únicos medios de los que disponíamos a para estar “al día” en esas músicas que hoy han pasado a la leyenda. 


Creo recordar que fue en “Disco Expres” donde leí la primera reseña de la música de CAN a principios de los 70´s (hicieron otra en 1977 cuando actuaron en Barcelona ya algo descafeinados), en los términos que se hacía entonces: raro, extraño, diferente, locura etc. No recuerdo quién firmaba el artículo, probablemente fue Jordi Sierra I Fabra o Diego Manrique o quizá otro de la época…no lo recuerdo. Lo que sí recuerdo es que recién licenciado del servicio militar y con alguna perrilla ahorrada con ayuda paterna claro, hice mi primer viaje en autobús a Andorra La Vella, porque el hecho de que allí había discos de los que había oído hablar imposibles de conseguir aquí, me producía una felicidad eterna. (los Lp´s estaban bastante más baratos que aquí).  Un fin de semana completo. Lo que no les dije a mis padres es que me fui con una chica para completar mi jolgorio y alegría. Fue encantador aquello en ese momento, pero no eran épocas para que las relaciones estables durasen, y más si la mili te partía la vida, los estudios siempre pendientes y además tu bolsillo siempre bajo mínimos. Mal negocio. A la vuelta se marchó. Hizo lo correcto.  Solo me quedó la música que había comprado en Andorra que ya no era tan “bella”. Pero quien no sufre no aprende y yo aprendí rápido porque a esa edad ya te han dado alguna que otra hostia. 


De aquel “triste” viaje, me traje el doble vinilo, entre otros, en la versión “apertura en sobre” del doble Tago Mago de CAN edición francesa o inglesa creo (precioso encarte granulado) También ese año pasé de escuchar a Genesis a todas horas, a escuchar a Vander Graaf Generator, Zappa, Soft Machine y Hatfield And The North entre muchos otros. Fue empezar a entender la broma curiosa de la vida. Reconozco que no habría roto ciertas normas ni habría entendido la música de CAN si mi estabilidad emocional no hubiese cambiado radicalmente. La mili cambiaba a las personas y el desengaño en las relaciones humanas lo hacía todo más difícil. CAN en 1976 fue perfecto para mí y Tago Mago fue una terapia irrepetible. Si quería cabrear a “lo establecido” CAN, Zappa o Henry Cow eran perfectos. Incluso Tangerine Dream ponía nerviosos a muchos: “Zeit” por ejemplo. Música diferente, retorcida, sin concesiones, sin mariconadas. Esa música molestaba a mucha gente y eso a mí me ponía a 100. Que se jodan! me decía con soberbia y entusiasmo. Que tiempos! Pero la sabiduría no había llegado todavía, ni las canas. Faltaban muchos años para comprender las ventajas de ser un “calzonazos” y un yayo descreído, encantador y cínico, educado y amable, que admite por experiencia el sinsentido de la vida, su absurda vanidad, sus cagadas y la ridiculez de tomarlas en serio.


Yo tuve mi primer equipo stéreo en 1977, hasta entonces un tocadiscos monoaural portátil Cosmos de color rojo, reproducía mis vinilos setenteros. Aunque yo lo disfrutaba igual. Cuando puse la aguja en “Paperhouse” no había oído a CAN en mi vida. La bondad de mis “sinfonismos” y hermosas melodías habían marcado mi vida. Defensor a ultranza de Genesis, ELP, King Crimson, Jethro Tull, Yes, Pink Floyd, Greenslade, Nektar, Moody Blues y tantos otros, habían “ordenado” mi oído de una forma muy concreta. Cierto es que para entonces Tangerine Dream, con su “Phaedra” y “Rubycon” y el “Time Wind” de Klaus Schulze ocupaban asiduamente mis audiciones, pero el tema CAN era otra cosa. Borrón y fuera conceptos predeterminados. No hay otra manera. Esto no es hermoso ni lírico me decía a mí mismo. Esto es terrible, enfermizo y lo más curioso es que me gusta y no se el por qué. También tengo que decir que CAN es para mí una excepción en toda regla. Jamás he aguantado a un grupo “sucio y ruidoso” nunca. No soporto una audición de la Velvet Underground por poner un ejemplo ajeno al krautrock, pero tampoco soporto fácilmente, ni cosas de Faust, ni de Amon Duul, ni de Popol Vuh (salvo alguna excepción) o de Floh De Cologne entre otros. CAN tiene algún ingrediente adictivo que desconozco. No lo sé. 

El efecto alucinatorio de la primera pieza de Tago Mago cuando cambia el ritmo a mitad, no tiene precedentes. Es como un ataque repentino de epilepsia que hay que escuchar a mayor volumen posible. Es 1971 y nadie le sacudía a la batería como Liebezeit. También hay un trasfondo psicodélico de puro ácido y mucho eco y delay sonoro aparentemente simple. Es la crudeza lo que hace a CAN único en su género: “Mushroom” es un sonido filtrado y manipulado de forma extraña. El golpe rítmico es bruto y sofisticado a la vez. La voz susurrante de Damo es la intranquilidad y el desasosiego reinante casi a modo de pesadilla. Una tormenta inicia la cabalgada húmeda de “Oh Yeah” y el bajo y batería Czukay –Liebezeit, taladra sin piedad mientras Irmin coloca acordes marcianos a su Farfisa y a su  Alfa 77. La guitarra manipulada y los efectos grabados y reproducidos al revés le dan un aspecto fantasmal al tema. La “melodía”, raro pero la hay, de Suzuki, tiene su gancho y su peculiar “baile”. El golpetazo seco de caja y bombo a contratiempo es fantástico y reconozco que me influyó mucho a la hora de tocar mi batería. La música se filtra como un veneno mortal. La bestialidad que comenté con “Mother Sky” tiene ahora a su madre definitiva con la enorme e inmortal “Alleluhwah”. Si pones esto en una disco en aquella época o incluso en esta, o puedes vaciarla, o llenarla de criaturas feroces escapadas del manicomio. 18 mtos de la insidia rítmica más brutal que hayas escuchado en tu vida. Una obsesiva pieza de estructura aparentemente monótona y minimalista que, si tienes paciencia en escucharla detenidamente, verás o mejor oirás, una cantidad de detalles y efectos que pasarán desapercibidos a muchos que solo se dejen llevar por la danza tribal que en realidad parece. Esta es una de mis favoritas de CAN. Cuando la oí por primera vez dejé de pensar en un mundo civilizado e imaginé salvajes perdidos en una prehistoria futurista. Si vas a escuchar “Alleluhwah” olvídate de tus conceptos musicales prestablecidos y eso que todavía no he hablado del segundo disco. Porque sé que aquí muchos van a tirar la toalla. El trabajo rítmico machacón acaba por meterte en un trance o en un ritual extraterrestre primitivo, tan adictivo como un polvo salvaje a una viscosa y lasciva marciana verde de grandes y múltiples tetas e insondables profundidades venusianas. No puedo imaginar esto colgado de LSD. Sonidos de violín de ultratumba, teclados imposibles y atonales se mezclan con una acidez de guitarra que ni con omeprazol. El bajo va taladrando sin piedad mientras pulveriza sonidos y efectos por todos lados. Si esta música no te levanta o no te la levanta o estás muerto o necesitas viagra. Vaya paliza para cualquier batería menos para este monstruo que parece querer reventar el parche del bombo en cualquier momento. El tema conforme avanza se torna en mayor locura. Hay momentos de éxtasis sonoro que actúa como un peligroso opiáceo de mil contraindicaciones físicas y mentales. Os podéis creer que a mí no se me hace larga esta pieza. La he oído tantas veces…y aun así me sigue sorprendiendo casi medio siglo después.


Cuando coloqué en el plato el segundo LP y empezó a sonar “Aumgn” (toda la cara a) me dije a mi mismo ¿…pero que cojones has comprado Alberto…? Ahora entiendo quienes, fueron los maestros de Irmin Schmidt, Holger Czucay y  Caroli incluido. Ríete tu de las excentricidades sonoras de Zappa con Varesse. Estos dejan a Ligeti, Cage y a otros raritos de mediados del siglo XX casi para Eurovisión. Recuerdo que sentí sensación de miedo y opresión al escuchar esta pieza inclasificable y me parece ver a la niña del exorcista con cascos escuchándola con beatífica sonrisa mientras le cae líquido verde caliente por la boca o a mi ex jefe, primo hermano del Sr Burns (la misma napia y calvo, pero añadiendo bigote facha), extasiado de placer el día que me despidió de su diabólica empresa y haciendo gestiones malvadas para impedir mi acceso a la vida laboral en cualquier terreno privado de esa actividad. Escuchar a Liebezeit hacer lo que le sale de los cojones hacia el final infernal redundancias aparte y con un perro ladrándole un rato no tiene precio. Pero lo que no tiene precio son los 11 mtos del otro lado del vinilo con “Peking O”. Si estás medicado o en tratamiento psiquiátrico grave, no oigas esta pieza te lo recomiendo de verdad. Jamás me he reído tanto y no sé si era la intención de CAN al “descomponer” esto. La saturación del órgano, la voz y el bajo con ecos inauguran una “experimentación” que no sé hasta qué punto es una improvisación y hasta qué punto no. Parece todo un montaje premeditado y preparado por la cantidad de loops y añadidos que hay. No creo que una mente seria hubiese compuesto esto de ninguna manera. Pero CAN es a veces imprevisible y me los imagino partiéndose el pecho con un grotesco Damo Suzuki haciendo el gamberro, burlas, ruidos y bobadas continuas con la voz. Esta es probablemente la mayor locura que he escuchado en música, pero tengo que decir que en este caso el exceso de todos los excesos sonoros me resulta genial e hilarante. Podría ser la banda sonora de una campaña electoral o unas primarias de partido conservador de centro de toda la vida. Le va como anillo al dedo. Termina el disco dos con “Bring Me Coffe Or Tea”, la pieza más anodina e inofensiva del álbum, como diciendo pues ya vale, ya os hemos sacudido a gusto!!. 

Este doble álbum definitivamente es una de las consideradas obras maestras del krautrock y de la música de vanguardia de todos los tiempos. Se hizo en 1971 y se adelantó a su tiempo. Pero tened presente que no todo el mundo está preparado para escuchar esto.
Alberto Torró













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Comentarios

  1. Nuevamente he de decirlo (quizá lo diré hasta el cansancio) me encanta la manera en como reseñas los discos. Es una suerte que la estúpida censura no haya hecho mucha mella, y sigas escribiendo de esta manera. Can para mi llego en el momento justo, ya había escuchado a Zappa, Hawkwind, lo más ácido de Pink Floyd y otras tantas cosas extrañas de Kraut, así que Can a mi me pareció lo más apropiado para comenzar otro largo y estimulante viaje psicodelico, música que estoy 1000% por ciento seguro que ni siquiera los más viejos de mi aburrido y soso entorno social han escuchado jamás. Mil gracias por seguir reseñando de esta manera, saludos desde América ;-{D

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  2. Gracias como siempre por tu apoyo.

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  3. ...Yo también compraba esas revistas...en especial Disco Expres..que me abrieron mi mente a nuevos sonidos. Os sigo desde hace tiempo y he encontrado este sitio que me permite seguir abriendo mi mente y descubrir verdaderas joyas de la música que de otra manera hubieran pasado de largo.
    Eskarrik Asko

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  4. Gracias Iñaki, por tus amables palabras.

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