El porqué una banda formada en el área de Manchester en 1977 consiguió mantenerse al margen de la NWOBHM, es otro de esos misterios que le da motivo de existencia a ésta sección de "Los Otros". Quizá se ocultaron en un búnker, a la espera de mejores tiempos para su melodic rock. Lo cual llegó a pasar en 1986, con un flamante contrato nada menos que con Atlantic. Tras los obligados cambios de personal, en ese año Virginia Wolf estaba formado por Chris Ousey (cantante solista extraordinario), Nick Bold (guitarras), Jo Burt (bajo) y Jason Bonham (batería "hijísimo de", que ya venía de hacer una obra maestra para Airrace, con 17 años). Los productores del homónimo debut iban a ser David Richards y Roger Taylor, demostrando el interés de Queen por las jóvenes formaciones melódicas británicas, (Brian May lo haría con Heavy Pettin). Y ahí no acaban las conexiones, pues Spike Edney iba a aportar sus teclados invitados. La grabación se efectuó en tres emblemáticos estu
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THE PSYCHEDELIC ENSEMBLE - The Art Of Madness (2009)
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Bueno quizás este sea el primer caso de un músico progresivo que oculta su identidad bajo el pseudónimo del “conjunto psicodélico”. Una banda imaginaria quizás como lo fue al principio el proyecto del “árbol puercoespín” del auto-idolatrado Steven Wilson. Lo que aquí es muy diferente si comparamos el engreimiento del británico y la desapercibida y contraria actitud del compositor y multi-instrumentista norteamericano del que vamos a hablar estas semanas.
Es curioso porque generalmente cualquier músico a cierto nivel tiene el ego muy subido y de lo primero que se asegura es de que todo el mundo lo conozca. No es el caso de “Psychedelic Ensemble”. Al parecer bajo este nombre se encuentra un músico veterano de renombre y según dicen ha recibido numerosos premios y reconocimiento tanto en el rock como en la música académica clásica de vanguardia y con más de tres décadas de experiencia en el negocio de la música. Todo un misterio realmente y salvo que alguien o alguno de vosotros intuya quién es, lo dejaremos así. Lo cierto es que cuando vi las portadas de sus discos pensé en la típica banda de space rock, neo-psicodelia o algo parecido de las que ahora abundan como setas. Pero al escucharlo me di cuenta de que allí había un producto bastante más complejo y elaborado que las empanadas sonoras habituales de ese estilo. Como los datos biográficos son nulos nos centraremos en su música.
Parece ser que el centro de operaciones se encuentra en New York y este primer esfuerzo que por lo que llevo oído, no lo es en absoluto, revela que el tipo va sobrado de actitudes y conocimientos musicales. El “arte de la locura” fue auto-editado por él mismo y posteriormente distribuido por Musea Records que es el santuario progresivo francés con los que en su momento tuve el placer de colaborar en los tiempos del Lunar Suite. Decía un amigo mío que la locura es un bien común y lo decía en relación al arte en todas sus manifestaciones. No aconsejo a nadie que se relacione con la locura en el arte porque aparte de ridícula, todo lo que no se controla es un desastre. La mente debe ser analítica salvo que hayas sido un miembro de los hermanos Marx o componente imaginario de los Monthy Pyton en cuyo caso todos mis respetos. La estupidez adrede y con trasfondo humorístico-filosófico es un grado en la escala de la inteligencia, pero la estupidez seria y generalizada, porque todo lo que nos tomamos en serio es estúpido, concurre en trascendencia en el modus-vivendi social que es la que mueve el mundo y sus vanidades y así nos va. La locura no va a ninguna parte salvo que con ella te rías de ti mismo y tenga un componente de sarcasmo e ironía.
“The Art Of Madness” se inicia con un bonito y breve corte que es todo un homenaje a los mejores Pink Floyd del “Echoes” y la frescura de sus primeros trabajos. Pero pronto una macedonia de recuerdos musicales va penetrando en la escucha. Nuestro hombre toca todos los instrumentos y lo hace con conocimiento de causa: la paleta progresiva de los 70´s está al completo. No solo eso, ya que hay guiños al jazz, a la fusión, al blues, a la clásica contemporánea, la psicodelia (a la Floyd por supuesto) y a otras formas incluso de pop o art rock sofisticado. Son fragmentos que se suceden de todas las vertientes y variaciones dentro del estilo y a veces fuera de él. Tan solo pide que estés familiarizado con todo ello o simplemente que en el caso de las generaciones tardías prenda un chispazo de interés por la música más atractiva. Hay baladas, guitarras acústicas, bonitos vuelos de sintetizador, elegantes teclados y unas voces bastante agradables.
Es un álbum de ensoñación, generalmente tranquilo y ocasionalmente activo. El sonido se centra en lo analógico y viejuno, evidentemente con intención clara de serlo. Si te gustan los sonidos actuales y el endurecimiento habitual de los tiempos que corren, no es un disco para ti. Claro qué, si vienes de atrás, cuando la música era más música, acertarás en un porcentaje alto.
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