Entrada destacada

PROGRESIVO DEL SIGLO XXI -12: Infringement (Noruega)

 Hace algunas semanas atrás se abrió un melón interesante: Hacer críticas de discos que no gustan. Provocar siempre es estimulante. Sinceramente enfrentarte a día de hoy a cualquier novedad y deshacerte en adjetivos elogiosos a la música contenida es tan falso como una declaración de amor de Judas o disfrutar de una almorrana tocapelotas en un acto de flagelación y masoquismo absoluto. Es muy duro tener que seguir adelante hablando de música cuando la mayoría de ella está muerta hace décadas atrás y la actual es prácticamente una mierda. Pero lo gracioso es que seguimos comentando discos y más discos como poseídos por una rutina y la mayoría de las veces haciendo de tripas corazón. 



La realidad pragmática es que la falta de material interesante te hace rescatar lo menos malo, pero eso efectivamente no implica que a uno le guste personalmente. Es como una especie de corrección política. Un protocolo de saber estar. Es un desafío, una ironía, pero que uno encuentra a veces divertido. Cosas de señor mayor desencantado como en mi caso.

Hacer caso a las críticas es una cosa que no deberíamos creer y para colmo el nivel de exigencia que es siempre peculiar no se puede aplicar ya a los tiempos que corren. Encontrar un trozo de pan comestible después de una devastación distópica es un símil muy acertado para entender los tiempos que vivimos. Ya de por sí es bastante anacrónico y delirante comprobar que nuestros chavales hijos-nietos por debajo de los treinta años sean ya más carcas y reaccionarios que nuestros padres-abuelos gracias a la estupenda educación actual. Lo menos malo se convierte en bueno. Luego hacer de especie de Carlos Boyero (polémico crítico de cine) llevado a la crítica musical no es algo para enorgullecerse precisamente, pero es el producto de la desilusión y el hastío generalizado. En un panorama mediocre ese es el resultado.

Uno de los aspectos que no tenemos en cuenta es el hartazgo musical. La contaminación auditiva perniciosa diaria. Estar a veces días sin escuchar absolutamente nada es un alivio reparador. El exceso de cualquier cosa causa hastío.

Hay gente que opina que hablar de discos que no te gustan es una pérdida de tiempo incluso un recurso fácil. Todo lo contrario. 

Quizás en tiempos pasados cuando la música era mejor y había donde elegir esa actitud no tenía sentido. Pero hoy con la cantidad de música vacía de contenido que hay y que además es mayoría, deviene en una manera de remover conciencias. 

Cuando aparece una crítica de alguna novedad siempre se espera una actitud positiva por parte del crítico en cuestión. Hoy esto es como encontrar una flor en un estercolero. Lo normal es o suele ser que los que hablamos de música hacemos “recomendaciones” y alabanzas del producto en cuestión. Es lo que se espera. Es lo “normal”. Pero también me he dado cuenta que hacer críticas ya sean positivas o negativas ejerce muchas veces el efecto contrario. Precisamente porque lo bueno es absolutamente escaso y hay que hacer malabarismos imposibles en la red. Lo cual es fascinante. Los gustos generalizados de hoy son mucho peores y más conformistas y mediocres que los de tiempos pasados. Si alguien pone por las nubes algo seguramente será una mierda y justamente sucederá al contrario en una opinión antagónica. Un filón maravilloso. Espero haberme explicado. Más o menos

Vaya rollo os he metido. Sorry.

Infringement y volvemos a Noruega para variar, son de esas bandas alumnas modernas que al tener detrás más de medio siglo de influencias prog se pueden permitir hacer música difícil de clasificar. Los amantes del estilo tenemos vicios adquiridos que muchas veces no reconocemos. Dicho de otra manera, nos atraen cosas muy determinadas en un cauce muy determinado. Cuando hay mucha variedad de formas y estilos dentro de una banda que nos resultan poco o nada familiares, la pega, o el pero están servidos. La mayor parte de las críticas vienen por algún desagrado o algo que choca con las expectativas que teníamos. Esto es normal. Es muy común en el prog actual encontrar contrastes antagónicos en una misma composición. Pasar de lo agresivo a lo delicado, incluso de lo banal a lo extraño y complejo. En realidad, en música se puede hacer todo lo que se te ocurra otra cosa es que sea atractivo, original o novedoso y ahí pinchan todos porque como bien dice el dicho todo está inventado.

De todas formas, en un mundo donde la cultura ya no vende y la ignorancia lo acapara todo, da prácticamente igual lo que hagas. Asisto perplejo que incluso leer a día de hoy empieza a estar mal visto. 

Así pues que, si seguimos haciendo cosas para el intelecto, inconscientemente las estamos haciendo para nosotros mismos. 

Tres trabajos tienen este quinteto de Oslo y aunque leo que nos los venden como neo-prog por resumir y acortar etiquetas. Lo cierto es que hay más lana que cortar. “Transition” de 2017 puede que sea el que más se ajusta a la manida etiqueta porque te resuenan y reconoces ciertos ecos y un filo hard en la guitarra y cierta estructura a veces hasta pop-rock que gracias a habilidosas estructuras saben enmascarar con cierto estilo y gracia. Lo que si aprecio como suele ocurrir en la mayoría de bandas escandinavas es una buena técnica y precisión. Suelen cuidar bastante el producto final. En este primer disco el teclista es un invitado de relleno sin más y el trabajo recae en la guitarra habilidosa en sonidos y recursos. 

En “Alienism” de 2019 ya con teclas oficial parece un tratado de psiquiatría en cuatro partes: Trastorno-Tríada-Terapia y Delirio y todo transita como más oscuro y épico a la vez. No es música luminosa ni optimista. Lo más contrario a un sinfónico lírico y preciosista. La guitarra solista sigue liderando. No es de mis bandas de sillón y sofá ni de lirismos bucólicos, pero soy consciente que afín a los tiempos amargos que vivimos a muchos de vosotros os gusta que la realidad desagradable esté expresada en la música cosa que yo intento evitar a toda costa. Aparte de esto la música es de alta calidad y está perfectamente ejecutada. Me recuerdan un poco a los IQ actuales con algún pasaje metálico y agresivo en el concepto no en el estilo y forma que nada tienen en común.



La tercera entrega de 2024 “Black Science and White Lies” el título indicativo de estos alegres aquelarres lo dividen en dos largos temas de veinte y veintitrés minutos con el mismo título y sus respectivas partes. Se nota la evolución constante de la banda y los variados recursos que emplean. La oscuridad, la ansiedad y lo siniestro siguen la tónica de la modernidad reinante. Insisto: no es la música que yo escucho habitualmente por salud mental y por eso me sumo a reivindicar hablar de discos que no gustan. Casi en un divertido acto de sado masoquismo. Es entretenido y hasta divertido. No puedo cargármelos porque los tipos son muy buenos en lo suyo y tienen pasajes estupendos que acaban arruinando gloriosamente como debe ser y sé que esta banda es perfecta para los condenados al infierno. No aptos para mentes líricas y tranquilas pero perfectos para los que disfrutan del fin de los tiempos. 

Si no podemos evitar el desastre al menos que mejor que reírnos de él. Luego el silencio es una bendición.

Alberto Torró



¿Te gustó el artículo? No te pierdas de los próximos artículos 



Vuestros comentarios son nuestra energía







Comentarios