LA DÉCADA DE LA SEQUÍA Y EL NEOPROGRESIVO 10. Abel Ganz
Fueron varias las bandas escocesas que se apuntaron al movimiento neo prog desafiando sin prejuicios las tendencias superficiales de la década que se cargó toda la música inteligente creada en los años 70. Al igual que Pallas, originarios de Aberdeen (más al norte), los Abel Ganz, lo eran de Glasgow la ciudad más grande de Escocia. Unos 235 km de distancia entre ambas ciudades.
Los grupos o músicos individuales provenientes de las Highlands, siempre han tenido un protagonismo importante en la música rock británica a nivel generalizado y evidentemente mucho más en las bandas de raíz folk rock céltica. Los escoceses en general y esto lo puedes comprobar en diferentes fuentes históricas y antropológicas son ligeramente diferentes en carácter y jovialidad a sus vecinos ingleses. Los escoceses son más abiertos y espontáneos. Dicen incluso ellos mismos que parecidos a nosotros los aragoneses. No es solo una opinión mía. Esto también se nota en sus formas literarias y en su imaginario, leyendas y tradiciones y por supuesto en sus pubs. El bar siempre une ciertas culturas y en mi tierra es nuestra segunda casa. Naturalmente comparten la cultura del Reino Unido y coinciden en casi todo lo demás, comida y bebida incluida. Es decir, no pidas allí una tortilla de patata ni un bocata de longaniza o calamares, pero sí un “haggis” y una buena pinta de cerveza, pero ojo que suelen tener alta graduación y si tu sistema digestivo te lo permite incluso un chupito de malta añejo y luego soplaras la gaita sin problemas.
La banda se origina en 1980, año mariano de dolor musical creativo. En sus filas estuvo Alan Reed, segundo cantante de sus vecinos Pallas. En un principio lideraban el grupo, el multistrumentista Hugh Carter y el guitarra Malcolm McNiven aunque evolutivamente y disco a disco los músicos cambiaban con regularidad. Su primer disco “Gratuitous Flash” lo grabaron en 1984 en una onda muy similar al resto de bandas neo prog de la época, es decir melódico y muy agradable y los sospechosos habituales, Génesis, Yes, Camel detrás de cada acorde, línea o tempo. La voz de un joven Alan Reed es bastante más suave que en sus posteriores aventuras sinfónicas. Los teclados suenan muy ochentas, pero esto era inevitable. En la misma línea seguirían “Los viajes de Gulliver” en el año siguiente y el primero que escuche de ellos que fue el siguiente “The Dangers Of Strangers” de 1988. Todos estos trabajos llevan una línea muy similar que transitan por agradables vericuetos, de escucha asequible muy melódica. No tienen el carácter y la personalidad de Pallas, pero no disgustarán, al igual que ocurre con los Citizen Cain, a los seguidores de las historias genesianas y sus nostálgicos sonidos.
A partir de 1994 el estilo comienza a cambiar en “Deafening Silence”. El sonido es más apagado y oscuro y la producción se me antoja mucho más débil. Quieren seguir en parte la estela de Marillion y acólitos similares. La voz ya no es Alan Reed y la cosa pierde fuelle. Las composiciones son más flojas y el disco no dice nada interesante. Mucho tiempo después en el siguiente “Shooting Albatros” ya en 2008, la cosa mejora considerablemente. Mejores y largas composiciones y un sonido mucho más profesional. Vuelven las agradables melodías, partes acústicas, bucolismos y el encanto inicial. Probablemente este sea el mejor disco de su trayectoria. Incluso encontramos en algún tema al futuro guitarrista de Magenta, Chris Fry. Las dinámicas están mejor elaboradas, las melodías más precisas y agradables que nunca y como resultado final nos encontramos con un disco que quizás no debe faltar en las estanterías neo progresivas del coleccionista.
En 2014 aparece otro disco bastante interesante llamado simplemente “Abel Ganz”. La música ha sido fuertemente orquestada con diferentes instrumentos y tiene un sabor clásico elegante. La lista de músicos aquí es interminable. Otras voces, otros arreglos y otro estilo completamente diferente, mucho más elaborado y menos deudor del “sonido neo” ochentero. Se han hecho más mayores y han refinado y madurado su música considerablemente. Hay pasajes realmente encantadores que casi rozan el folk rock de cámara más exquisito. Buen compañero del anterior.
La andadura de Abel Ganz, nombre que probablemente sacaron del famoso cineasta francés Abel Gance, termina con “Honey Bee” al parecer dedicado a la vida de las abejas, sin duda una vida más interesante y menos vergonzosa que la nuestra que ya da grima. El disco en sí, nuevamente es diferente a lo anterior y sin ser mejor que los dos anteriores, se deja oír con agrado. Tiene bonitas melodías y muestra a una banda que con los años ha madurado mucho y tan solo ha hecho música para sentirnos mejor y agradar los escasos momentos que los seres humanos consideramos soportables.
Alberto Torró
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