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PROGRESIVO DEL SIGLO XXI-25: Poor Genetic Material (Alemania)

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Esta va a ser la última entrega sobre “modernidades progresivas” para acabar este 2025. Me canso de buscar “santos griales” Empezaré el año entrante en un regreso al pasado y a las efemérides de movimientos como la Escena de Canterbury original, intentando dar una visión personal sobre la época que me tocó vivir. El futuro de la música, si es que lo tiene, ya pertenece a un total desinterés por mi parte y también por cansancio y desilusión.  El frenopático generacional ideológico previsible, básico y superficial, las pseudo-tendencias revisionistas sonoras agresivas y/o aburridas nunca fueron para mí. Entender la música rock como tribu en una pelea callejera y una estética de exaltación constante a la bronca y ruido de barra de bar mucho menos todavía. Energía desperdiciada. Es como discutir con tu cuñao el día de navidad. En un mundo polarizado y odioso como este donde la razón y la lógica están fuera del tablero, que no cuenten ya conmigo. Observar y no pertenecer es la clave. Ah...

Vanderhoof – A Blur In Time (2002) (Steamhammer / SPV GmbH)

 A Kurdt Vanderhoof se le empezó a conocer en el mundo musical facturando un estilo lejano a su posterior heavy metal, ya que sus primeros pinitos con cierta relevancia fueron militando en las filas de los punk-rockeros The Lewd. Pero sería la banda que fundo en 1983 con Kirk Arrington, Metal Church, la que le llevó a la auténtica repercusión dentro del movimiento metálico. Tras esta agrupación nacerían otras que como puedes imaginar acaban cerrando el periodo con una última creación: el conjunto Vanderhoof. Otra vez con Arrington como compañero de estudio, Kurdt publica en el 97 un disco debut que obtuvo críticas muy alentadoras. Cinco años después, con la lección aprendida y lleno de ganas de sorprender a su público, el proyecto regresa para tomar las riendas de la industria y cabalgar a su antojo –algo que finalmente quedaría cual delicatessen puntual–.



En este álbum de Vanderhoof podrás hallar una extensa lista de influencias y diferentes formas de entender el rock. “30 Thousand Ft.” está en la onda de aquel Ozzy Osbourne ochentas, de aquellas composiciones que le alejaban de su pasado junto a Black Sabbath y empezaban a dar un nuevo color a su carrera. El grupo sigue aquí esas premisas, así mantiene una calmada base melódica que estalla en un estribillo pegadizo, un coro seguido de cerca por el importante trabajo que realizan las teclas de Brian Cokeley. “Electric Love Song” aletea cierto sabor clásico pero, aunque a veces no lo parezca, se acerca mucho a grupos de metal melódico y cuidadas progresiones como Winter Rose o Sharon.



El carácter acústico con sorpresa eléctrica te espera en “High St.”, con un Drew Hart que sabe hacer trabajar a sus cuerdas vocales, consiguiendo con cada pasaje que un sentimiento muy especial le recorra la espina dorsal. Los aspectos progresivos y con ramalazos a Saga o Styx inundan “Un-Changed”, mientras que la balada-medio tiempo con cuerdas de esperanza se esconde tras “Brand New Light”. Así hasta cubrir un tracklist de once canciones, todas llenas de magia, todas rebosando amor por la música original.

por Sergio Guillén Barrantes



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