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Panna Fredda - Uno (1971)

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 Hay discos que no nacen: se invocan. Uno de Panna Fredda es un espejo roto donde se refleja el fin de la inocencia prog. Es el sonido de un grupo que vio el fuego de los 60 apagarse y decidió prender su propio incendio, aunque fuera el último. Aquí no hay paz ni complacencia: hay Mellotrones como cuchillas, voces que parecen oráculos y guitarras que cortan el aire como un ritual de medianoche. Si el rock progresivo italiano tuvo un momento oscuro, fue este. Y se siente glorioso. Cuando salió en 1971, Uno fue como un conjuro lanzado en una plaza vacía. Pocos lo escucharon. Menos aún lo entendieron. El disco quedó flotando en el limbo, mientras las luces de los 60 se apagaban y el rock italiano se metamorfoseaba en algo más grande, más extraño. Panna Fredda no tuvo tiempo de convertirse en leyenda en su momento: el servicio militar, la censura y la maquinaria de la industria los trituraron antes de que el humo se disipara. Pero los discos malditos no mueren, solo esperan. Con los añ...

LA DÉCADA DE LA SEQUÍA Y EL NEOPROGRESIVO 3: SOLSTICE

 No está claro cuando surge el movimiento neo prog en Inglaterra y no creo que fuese premeditado. Más bien pienso que fue una reacción espontánea de chavales con cierta inquietud que se engancharon a los últimos discos decentes de la segunda mitad de la década de los años 70 en lo que va de 1975 a 1980. Los últimos coletazos de Genesis, Yes, Camel y los Floyd antes de la definitiva decadencia. Cierto es que esa media docena de pioneros neo progresivos llámense Pallas, IQ, Marillion , Twelfth Night, Pendragón y Solstice y  hubo unos cuantos más  menos conocidos y que nacieron en plena era punk rock, new wave, metal oxigenado y tecno pop, no se libraron al principio de esas influencias en sus primeras casetes y demos que fueron puliendo conforme encontraban su propio estilo. No es ninguna exageración si digo que gracias a ellos el estilo sinfónico progresivo se salvó de la extinción definitiva.



Una de esas mejores remesas fueron los folk sinfónicos de Milton Keynes llamados Solstice. De la mano del guitarrista y compositor Andy Glass y el violinista Marc Elton ya funcionaban en directo incluso antes que Marillion y de alguna forma su estética parecía recordar a los hippies de la era Woodstock en una especie de revival ochentero al que estéticamente también se apuntaron los cereales marcianos Ozric Tentacles y cuyo ritual sonoro humeante y lisérgico se desarrollaba en los festivales veraniegos de Stonehenge. Cierto es que aquello era una especie de ensalada híbrida como pasaba en los conciertos de Reading por aquella época. Los estilos y las bandas, a veces antagónicas compartían cartel. Ya no se trataba de los ampulosos montajes del prog de primera generación ya que aquellos primeros pasos fueron bastante más modestos y precarios tanto en organización, producción y sonido. Sin embargo aquello fue una tabla de salvación para el escapismo sonoro y aún recuerdo las primeras reseñas en el Popular 1 que fue una revista española que se hizo un discreto y despistado eco de aquel tímido despertar británico en unos tiempos donde la música a nivel general daba repelús y asco.



Recuerdo conseguir el primer vinilo importado de Solstice “Silent Dance” editado en el 84. Recuerdo también estar entusiasmado porque era la primera nueva banda sinfónica en emplear una voz femenina principal. Pasaron muchas chicas en las voces solistas en los primeros años de esta banda. Había algo fresco en aquel sonido deudor de Yes, Renaissance o incluso Sandy Denny de los Fairport. Usaban violín tocado por el citado Marc Elton de clara influencia folkie céltica y la guitarra solista de Andy Glass era un recuerdo permanente de Latimer, Hackett, Gilmour y Howe pero con una fuerte personalidad propia. Este álbum fue el único editado en la década de los 80´s pero afortunadamente y no sin problemas y mucha fuerza de voluntad consiguieron entrar en las siguientes décadas hasta el actual siglo XXI. Solstice son unos clásicos con ocho álbumes de estudio editados y media docena más en directo. Su estilo lírico y positivista se impregna en la piel del que los escucha. Son la antítesis de las bandas oscuras y depresivas y si los ves en directo esa alegría se contagia y posiblemente vivan en un universo paralelo ajeno a este mundo real. Son un grupo de culto respetado por gente como Ian Anderson y Steven Wilson. Su estilo melódico es peculiar y muy emotivo con una música completamente luminosa. A día de hoy son nueve los componentes y cuatro son mujeres. Tres cantantes femeninas con voces preciosas y una violinista de estilo celta. En palabras del propio líder al fin han encontrado una estabilidad y “espera que su música le guste al universo”. Un tipo optimista. Una música terapéutica y sanadora mental para los tiempos jodidos y malos que vivimos.

Alberto Torró



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