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Sebastian Hardie - Four Moments (1975)

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 Cualquier aficionado al rock progresivo de los años 70 sabe que la escena australiana era bastante limitada. Es curioso, teniendo en cuenta los fuertes lazos comerciales y culturales que Australia tenía con Inglaterra y Estados Unidos, que el número de bandas progresivas en el país fuera tan reducido. Sin embargo, esto no impidió que músicos talentosos crearan obras de calidad. Sebastian Hardie es un ejemplo notable. Influenciado por Camel , Yes y Focus , su álbum Four Moments merece mucho más reconocimiento. Aunque la música de este álbum puede no ser tan original o intrincada como la de algunas de las bandas que lo influenciaron, es, no obstante, sentida y ejecutada con pasión y dedicación. Los músicos son excelentes instrumentistas, que demuestran habilidades compositivas admirables. Las canciones están bien estructuradas, organizadas e interpretadas con precisión. Mario Millo , por ejemplo, es un guitarrista que no busca exhibir virtuosismo. En cambio, aporta solos reconfortan...

Uzva - Uoma (2006)

 Hace unos días tuve el capricho de volver a ver aquella película de 2015 sobre el mundo de las escuelas de jazz estadounidenses llamada “Whiplash” y que si alguno de vosotros aficionados a la música de cierto nivel, por un casual no ha visto, recomiendo encarecidamente su visionado y sobre todo por si queréis pasar un mal rato. No porque la película sea mala, al contrario, está perfectamente realizada, sino por su contenido psicológico y violencia que de alguna forma te hará odiar la música casi definitivamente. 



La mayoría de las veces vemos el resultado de la excelencia cuando escuchamos músicas extraordinarias perfectamente ejecutadas, lo que no sabemos y eso solo el músico puede experimentarlo es la pesadilla y el infierno que hay detrás. Maravillosos directores de música, maestros y genios encumbrados los tenemos en todos los estilos “nobles” del arte del sonido. Lo que la mayoría pasamos por alto es el infierno interior que subyace en el mundo del arte y no solo en la música. 

Desde que nacemos nos empujan a competir en prácticamente todo y a aprender a aplastar la cabeza del vecino. A veces pienso que la persona mentalmente más equilibrada es aquella que no hace absolutamente nada y después descansa. Este pensamiento toda mi vida ha sido recurrente y me ocurre siempre que escucho músicas perfectamente realizadas, libros excelsos y profundos, películas magníficas, cuadros maravillosos y arquitecturas asombrosas y luego me doy cuenta que detrás de eso hay una terrible patología humana que se llama perfeccionismo.

Al escuchar a esta banda finlandesa de jazz y clásica de cámara casi al mismo tiempo me ha recorrido un escalofrío porque he intentado encontrar algún error o fallo interpretativo y no lo he encontrado o mi torpeza lo ha pasado por alto. Uzva son instrumentales. Con tres discos magníficos Trece músicos que casi suenan perfectamente como una big band cruzado con una orquesta de cámara. Todo está en su sitio. Todo es limpio e inmaculado. Casi perfectos o directamente perfectos. La escucha es un placer lógicamente pero no sé porque narices me ha sonado como una implacable disciplina inmune al fallo. Por eso me he acordado del miserable profesor de música Fleicher de la película antes mencionada o incluso podría ser cualquier otro músico famoso a los que adoráis con veneración. Sin duda todo es producto de mi imaginación o no, y veo siempre a una implacable figura dominante controlando el cotarro.

 Esta misma sensación la tengo con los encumbrados y odiosos líderes de grupos de rock, con los directores de orquesta, compositores, directores de cine o incluso con las bandas japonesas de prog instrumental que las imagino castigándose con una terrible disciplina zen al igual que aquel profesor de gramática del colegio de curas que te daba una hostia si te dejabas una coma o levantabas la cabeza en la hora de estudio en perfecto silencio. Personas que hayan pasado por un conservatorio o por complejas carreras académicas comprenderán lo que quiero decir.



 El aprendizaje es un camino costoso y duro no hay duda y la música es una de las disciplinas más exigentes que existen si lógicamente lo que queremos es un resultado final óptimo. Pero al final yo siempre me hago la misma reflexión…”es necesario hacer tanto el gilipollas y mortificarse para disfrutar de la vida y del tiempo de ocio?”. Incluso estar varios días en silencio sin escuchar músicas y sin hacer absolutamente nada es una terapia recomendable os lo aseguro. Bromas y sarcasmo aparte esta banda finlandesa es estupenda y lo hacen maravillosamente.

Alberto Torró


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