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PROGRESIVO DEL SIGLO XXI -16: Infinien (USA)

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 La música que llamamos “moderna” en los tiempos actuales surge de una paradoja que la mayoría desconoce y qué, aunque de alguna forma pueda parecer un punto de vista particular mío, se acaban atando cabos siempre y cuando uno se interese por la musicología e historia de la música en general.  Hasta bien entrada la década de los años cuarenta la gente acudía a las salas de conciertos para escuchar música clásica. Hoy esto puede parecer  algo inconcebible y de hecho lo es y si además os digo que el jazz, el blues y la música de baile swing eran considerado algo popular y poco serio alguno se quedará perplejo. Pues curiosamente fue la propia música culta que, con la llegada del dodecafonismo, el serialismo, la atonalidad y la incipiente música electrónica de vanguardia la que se cargó el interés del público mayoritario a asistir a conciertos. Esto ocurrió en los inicios de los años 50 y efectivamente el resultado fue curiosamente la aparición del rock and roll y los ritmos ...

DADA - Jyo (1978/ Vanity)

 Todavía no tengo muy claro si éste dúo japonés se llamaba "Dada" o "Jyo". Ante tal artefacto desprovisto de información nos enfrentamos. De hecho, de dos libros que tengo sobre rock japonés, (uno del insoportable Julian Cope), nada aparece en ninguno de ellos. Aprovecho para decir que el del español Jaime Moreno, "Rokku - Una Historia del Rock Japonés", me parece mucho mejor que el del endiosado Cope.



Éste dúo,  al que me aventuraré a llamar Dada, estaba formado por Kenji Konishi (piano, Korg synthesizer) y Mutsuhiko Izumi (guitar, Korg synthesizer). Éste último logrará cierta repercusión en los 80 con After Dinner, Millplat y ante todo, Kennedy. Notoria formación japonesa de jazz rock prog con cierto influjo de la Mahavishnu Orchestra.

"Jyu" fue el primer trabajo de Dada, como prensaje privado de 200 copias, allá por 1978. De ahí que un original ronde ahora los 800 aurelios como si tal cosa. Pero existen reediciones, no sufras, (de Belle Antique,  sin ir más lejos). El dúo duró hasta 1982, y aseguran que llegaron a editar 11 álbumes en ése corto espacio de tiempo. Imagino que tan ilocalizables como éste. 

Qué tenemos aquí.  Pues glorioso kosmische kraut nipon,  en el mismo nivel que nombres sagrados alemanes del gremio.

"Yuuen-Inraku Gaki" (5'25) comienza con pulsación de tambor tradicional Taiko en reiteración trance, tocado por el invitado Hiroshi Natori (también añade algún synth). Mientras se produce una mística jam session que muy bien podrían ser el primer Klaus Schulze y Michael Karoli. Etérea bruma sintetizada en simbiosis eléctrica  ácida, con dramatismo de guitar-hero West Coast. Plasma el espíritu del género con toda facilidad, felicidad y fertilidad creativa. 

En "Udonbara" (10'28) capturan esencia misteriosa de sus tradicionales dibujos ancestrales, "Hungry Demon Paper Scrolls", de donde se inspiran para la música aquí contenida. Arpegiados en Trankimazin y volutas cósmicas que no ocultan su gusto por Brian Eno, al que dedican el disco. O las partes más relajadas de los primeros Ash Ra Tempel. Deliciosas líneas de acertada improvisación y tímidos roces con algún progger de la casa, dícese Neuronium o Azahar. Consiguen la bilocación del oyente viajero psíquico, a sus rarunos mundos orientales, llenos de fantasmagoría, leyendas aterradoras y ominoso romanticismo. Y ésa es la idea.

En la cara B, "Rokujinzuu" (7'56) aporta experimentación percusivo-electrónica minimalista. Que andaría pareja a experiencias de laboratorio Schnitzler / Roedelius. Sonidos con su propio hábitat. De vida propia. Inteligencia Natural que se manifiesta en fractales cuánticos random.



"Soijyo-no-chi. Mizu" (12'45) es de intro fantasmal en un polvoriento piano olvidado en un desván,  que lanza tristes  notas al espacio con la esperanza de ser escuchado por alguien. Una eternidad en su imposible viaje por el éter cósmico.  La eléctrica acompaña de igual táctica anímica con lánguido e-bow y símiles a Fripp / Eno en bajona post-Nochevieja. Delicadeza, fragilidad y ensoñación oriental. Que acoge y arropa al oyente en su imaginativo espectro sonoro de lacónica y suave  belleza. Ayuda a ello los sonidos de agua aportados como un sinte más,  por Yasuhiko Horiuchi. Ah, si la denostada new age hubiera ido por éstos derroteros........

Precioso álbum de género, que hay que escuchar con tiempo y calma.

J.J. IGLESIAS



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