A día de hoy al igual que otras muchas cosas, está tan desvirtuado todo que creo conveniente aportar algo de luz, para que los tipos de estilos progresivos y sus alegres etiquetas caprichosas no se mezclen entre el exceso de propuestas que aparecen y que además la gente más joven no se pierda constantemente en un mar de confusión. Dando por hecho que por un milagro de la sensibilidad y la sensatez opte por escuchar una música que tenga unas directrices muy concretas. Todo ello con el fin de que se aclare algo y diferencie lo que es una banda de “rock” y lo que es una banda “prog”. Las líneas están hoy tan desdibujadas y con tanta especia artificial para disimular el sabor que la confusión es fácil tenerla si te estás iniciando en ello y desde luego la información y las múltiples etiquetas que ponen a cada producto no ayuda a ello. Naturalmente no todo lo que entra por los oídos tiene el mismo efecto en la gente que escucha música. En los años sesenta-setenta y aunque esto pu...
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ELECTRIC WIZARD - Let Us Prey (2002) (Rise Above Records)
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A los Electric Wizard los proclamaron como al grupo más auténticamente stoner del mundo. Tras echarles varias escuchas, quedarás anonadado por la locura que despliegan estos músicos; lo más parecido a una fiesta de ácido entre Black Sabbath y Hawkwind. No quiero que me salga la vena Jim Morrison pero, sin lugar a dudas, Let Us Prey es como ese ritual sonoro; ritual no es la palabra, tal vez sería mejor denominarlo oscuro aquelarre para oídos inquietos y perversos.
Un grupo que se entrega por completo al viaje experimental de sus mentes, que desarrolla cada tonada con fuerza pero llenos de una desgana desoladora. Ese toque tenebroso que hace que sus guitarras suenen como cuchillas arañando una pizarra. Las distorsiones del mástil de Jus Oborn son tremendas sacudidas para los cerebros desvalidos y su forma de cantar... ¿Cantar? Justin no canta ni vocaliza, sólo se limita a soltar una retahíla de palabras que forman frases por arte de alguna magia negra que sobrevuela cada composición del disco compacto.
Sus pasajes más atmosféricos les acercan al doom pero, a la primera de cambio, dejan que las bases stoner vuelvan a inundar cada hueco del redondo. “Night Of The Shape” es una buena muestra de lo comentado, y en ella Mark Greening no sólo golpea con acierto su batería, también se atreve a interpretar al piano unas melodías ciertamente inquietantes. “Priestess Of Mars” retrotrae a aquellos comienzos de unos Black Sabbath llenos de ideas y en los que la guitarra de Iommi siempre aportaba el toque fúnebre idóneo para conseguir un conjunto completo y original. Por otro lado, cosas como “We, The Undead” o “Master Of Alchemy” te pueden traer a la cabeza los sonidos de canciones compuestas por grupos como Spiritual Beggars, únicamente que la segunda nombrada tiene unos desarrollos más progresivos.
“Queríamos ser experimentales, tal vez procurando dar con algo sacado de una película de terror simplemente por ver si funcionaba o no. Cada canción era como una idea, no la escribíamos; teníamos una idea y tirábamos con ella intentando discernir cómo queríamos que sonase”, explicaría Oborn de manera difusa siete años después de la publicación de este larga duración. Estamos por tanto ante un sueño místico en el que la razón no existe, momento para abandonarse a la nada y, como en un viaje astral, dejarse llevar por las sensaciones. El oído será ese guía que marcará tu camino y el destino en el que acabarás recalando una y otra vez, sin remisión o posible escapatoria.
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