A día de hoy al igual que otras muchas cosas, está tan desvirtuado todo que creo conveniente aportar algo de luz, para que los tipos de estilos progresivos y sus alegres etiquetas caprichosas no se mezclen entre el exceso de propuestas que aparecen y que además la gente más joven no se pierda constantemente en un mar de confusión. Dando por hecho que por un milagro de la sensibilidad y la sensatez opte por escuchar una música que tenga unas directrices muy concretas. Todo ello con el fin de que se aclare algo y diferencie lo que es una banda de “rock” y lo que es una banda “prog”. Las líneas están hoy tan desdibujadas y con tanta especia artificial para disimular el sabor que la confusión es fácil tenerla si te estás iniciando en ello y desde luego la información y las múltiples etiquetas que ponen a cada producto no ayuda a ello. Naturalmente no todo lo que entra por los oídos tiene el mismo efecto en la gente que escucha música. En los años sesenta-setenta y aunque esto pu...
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LITTLE TRAGEDIES - New Faust (2006)
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Durante la primera década del siglo XXI la actividad de las pequeñas tragedias fue constante hasta el punto de componer música sobre la leyenda de Fausto en una personal visión. Lo cierto es que con el único demonio que solemos hacer tratos los seres humanos es con el que casi todos llevamos dentro que anda que no es cabronazo.
No sé qué visión particular habrá dado Gennady Ilyin, porque sobre esta obra del escritor alemán Goethe se han hecho innumerables giros y adaptaciones y hasta una famosa ópera del compositor francés Charles Gounod. Las temáticas “grandes” siempre son una fuente habitual de inspiración en el rock progresivo.
En este caso los rusos han apostado fuerte en un doble CD con 111 minutos de música, con largos temas que van hasta casi la media hora que dura “Two Demons”. La música es ampulosa como lo haría ELP pero también con sus momentos pianísticos reflexivos. Como siempre un hueso duro de pelar si no soportas los sinfonismos variados de ayer y hoy y por el contrario una celebración para quienes nos gustan los teclados a lo bestia y a lo grande. La música tiene elementos que son irreconciliables unos con otros dependiendo de cómo tengamos amueblada la cabeza y la vida que hayamos llevado. Lo sinfónico es siempre individualista. La evasión, el escape y lo imaginado. Para algunos incluso una profundidad metafísica. No es participativa como todo lo popular y frívolo: el rock, el jazz, el blues el pop, lo ligero o lo folkie. No hermana a la gente, no tiene complicidad. No es revolucionaria, ni social sino todo lo contrario. Una sinfonía clásica es insociable y ejerce siempre un efecto individual. A pesar del mensaje humanista de la novena de Beethoven, muchos compositores clásicos eran misántropos. Desconfiaban de la especie humana. Me hacía gracia cuando el llamado “realismo socialista” soviético pedía música que el pueblo pudiese “comprender”. Como si la masa social tuviese capacidad para comprender “algo” que no sea fútbol, deportes, loterías, programas de TV, o excitación morbosa por el marujeo, la violencia y horrores cotidianos.
Dicho esto nos encontramos con un voluminoso trabajo en pura tradición del progresivo clásico-sinfónico. Desde la primera pieza que incluye coros al modo réquiem y texto en ruso todo se desarrolla en una música compleja, solemne, quizás semejante a los proyectos del iluminado Neal Morse o a las mastodónticas aventuras de los Flower Kings o The Tangent pero hay que aclarar que la escritura musical de Gennady es muy superior si nos referimos a la base académica y desde luego más encaminada al clasicismo que todos los grupos mencionados. Hay que aclarar que no es lo mismo rockeros metidos en aguas clásicas que clásicos de base haciendo rock sinfónico. Gennady Ilyn pertenece al lado “serio” y podría estar en el mismo caso que Robert John Godfrey, Wakeman o Emerson. El parte de similares planteamientos técnicos. La música es épica y espectacular. De enrevesada escritura y disciplinas que solo se aprenden en conservatorio y esto le da muchísima ventaja a la hora de diseñar estructuras de larga escala y difícil ejecución. Su banda por supuesto está a la altura de las circunstancias y a diferencia de otros, él resuelve los problemas que suponen las composiciones de rock sinfónico cuando entramos en terrenos que exigen inteligencia para no aburrir al personal con farragosos pasajes o absurdos ensamblajes en que caen los más temerarios o prepotentes. Ellos no presumen de nada. Lo hacen bien y entretenido y sin caer en la autocomplacencia de solos interminables de un solo instrumento.
No hay nada más terrible que un solo de batería de 10 mtos (los hay de 20) o lo mismo de solo digitaciones teclísticas circenses para impresionar en directo. Si quieres entretenerte tu solito, lo haces en casa con tu piano y no castigas a los demás. “Two Demons” es una barbaridad de 28 mtos. Los temas de excesiva longitud son muy problemáticos y además en todos los estilos. Es fácil llenar una cara a lo Klaus Schulze, Tangerine Dream o mister Fripp soundscapes, porque generalmente con algunos acordes y las precisas maquinitas sintetizadas tienes gran parte del trabajo. Pero ¡hay dios! si tienes que hacer una composición seria y elaborada. Los “dos demonios” estos acumulan tal cantidad de pentagrama como mapas y planos para hacer una catedral. Agotador para el neófito en el estilo sinfónico y varias escuchas obligadas para el más veterano y experto. Ni Emerson se habría atrevido a hacer esto y eso que Tarkus, Karn Evil 9 o Pirates llevaban lo suyo, aunque aquí se desborda toda previsión. La posesión diabólica de diez dedos sobre los teclados de este ruso, me superan. Jamás oirás algo semejante. Entre el drama y el esperpento teatral imaginario. Los abismos de Dante y el Armagedón. Las profundidades tenebrosas y el caos cósmico. El juicio final y el Ragnarok. Brutal. Los pasajes más calmados nos descansan en la compleja travesía, pero esto no es para todo el mundo lo reconozco. Solo el sinfónico más recalcitrante pata negra disfrutará del programa. El resto quietos en la mata.
El segundo CD es más ligero: madrigales, arabescos, concertos grossos, scherzos y pavanas. El demonio se ha ido al bar a buscar a “Margarita” y en “The Passing” el lirismo triste nos inunda de nuevo como un largo adagio del barroco. Solo para los que han perdido toda esperanza y el sino del destino aguarda sombras y desconocidos augurios. La parte pianística-sinte instrumental es fabulosa y la cosa se anima hacia mitad. Me alargo ya lo sé. Pero es que este doble CD lleva demasiado tema como para hacer una simple referencia. Si tenéis la suficiente paciencia y os gustan los trabajos sonoros complejos y arduos de bibliotecario o musicólogo este disco os volverá locos, porque es extraordinario, pero si crees que los escalones musicales son muy altos mejor déjalo porque se te hará muy grande. Inmenso.
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